- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
Aunque Liam Neeson sigue actuando en producciones elogiadas o de directores prestigiosos -como «Silencio», «Viudas» y «La balada de Buster Scruggs»-, actualmente muchos cinéfilos lo asocian principalmente con las películas en las que mayor éxito masivo ha tenido en la última década, reinventado como antihéroe recio, violento y de pocas palabras, en títulos como «Búsqueda implacable» (y sus dos secuelas), «Desconocido», «Sin escalas» y «Caminando entre tumbas». A sus 66 años, el actor irlandés viene de vuelta de todo y se puede dar los gustos que quiera: como en esta ocasión, con su más reciente película que llega a la cartelera, «Venganza».
Neeson quedó tan entusiasmado con la película noruega «En orden de desaparición», estrenada mundialmente en la competencia del Festival de Berlín 2014, que le propuso a su director, Hans Petter Moland, hacer una nueva versión de la misma historia, ahora ambientada en Estados Unidos, casi como la reciente experiencia del chileno Sebastián Lelio y su remake de su propia «Gloria», titulado «Gloria Bell» y que por estos días se exhibe en la cartelera norteamericana.
El resultado es bastante más atractivo de lo que parece, y no es simplemente otro vehículo de acción y violencia protagonizado por Neeson, sobre todo por el humor negro que en todo momento sirve de contraste a la trama de revancha y funciona como alivio a la constante y casi rutinaria sucesión de muertos que despliega el filme. Por supuesto que en este recurso, con su ritmo fluido, su montaje dinámico, personajes secundarios divertidos y diálogos mordaces, hay mucho de Tarantino y sus derivados e imitadores. En general, aunque no se profundiza demasiado en la sicología del propio protagonista, el villano es demasiado sobreactuado y no siempre aprovecha bien a su elenco -por ejemplo, la gran Laura Dern aparece menos de lo que quisiéramos-, como trama es mucho mejor y más entretenida que el promedio. Y si a eso le sumamos la potente visualidad de sus locaciones frías y nevadas y una atípica banda sonora del veterano George Fenton, hay más puntos a favor que en contra.
«La misma sangre»
A primera vista, este tercer largometraje del director argentino Miguel Kohan -de quien en 2014 se estrenó en cines locales su anterior film, «Betibú»- es un thriller en el que el espectador debe descubrir si el protagonista es o no el culpable de la muerte de su esposa. Pero a lo largo de sus dos horas, que por momentos se hacen sentir -pudo ser más breve y concisa-, la película se perfila más como un sombrío y agobiante drama familiar, que destaca especialmente por sus actuaciones, incluyendo a Dolores Fonzi y la sólida participación de los chilenos Paulina García y Luis Gnecco (además, la montajista es Soledad Salfate). Y en particular Óscar Martínez en el rol central: aunque tiene una larga trayectoria en teatro, ha sido recién en la última década que el cine le ha comenzado a sacar partido, gracias a títulos como «Relatos salvajes» y «El ciudadano ilustre», por la cual obtuvo la Copa Volpi en el Festival de Venecia; acá vuelve a lucirse, dotando de humanidad a un personaje intenso y atribulado.
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