- Obispo anglicano y ex capellán protestante de La Moneda
Los secretos relacionados a la sexualidad personal se consideran dominio de la vida privada. En un período del escándalo entre el presidente Bill Clinton y Mónica Lewinski, se juzgó inapropiado que se le acusara de haber cometido un delito al mandatario, ya que su comportamiento vergonzoso en plena Casa Blanca era “parte de su vida privada”. No así en otros tiempos, cuando al servidor público se le consideraba un ejemplo en quien se esperaba concordara su comportamiento personal con su desempeño. Eduardo VIII, monarca británico, fue forzado a abdicar el trono por su romance con la americana Wallis Simpson en 1936, por el mero hecho de ser ella divorciada. ¡Cuán inverosímil nos parece hoy ese juicio, dadas las contorsiones morales y matrimoniales de la realeza inglesa durante los últimos 30 años! ¡Los tiempos cambian! Pero no así, parece, el principio bíblico: “…sepan que su pecado los alcanzará” (Números 32:23).
El juez Kavanaugh, defendiéndose a gritos y lágrimas contra las acusaciones de un supuesto abuso sexual contra la doctora Ford, jamás pensó que tiempos de fiesta, borrachera y algo de promiscuidad en sus días mozos en la universidad, llegarían a perjudicar, 30 y tantos años más tarde, su posicionamiento para la Corte Suprema de los EEUU. Entregada la investigación ahora al FBI, aunque se establezca su inocencia, es difícil reparar lo revelado, una juventud estudiantil donde “tomaba mucha cerveza”. Lo que causa sobresalto es cómo los secretos de un estilo de vida moralmente relajado del distante pasado pueden alcanzar con tanta fuerza destructiva a un presente escenario público de contienda electoral como las elecciones congresistas de Mid Term en Washington.
Pero es necesario y correcto que así sea… Tanto el movimiento “Yo También” o las denuncias de los abusos en la Iglesia, hacen pensar que un gran juicio divino estuviera recorriendo toda la tierra para desenterrar lo oculto relacionado con la inmoralidad sexual, lo encubierto que se pensaba quedaría enterrado para siempre. ¡Hasta los pecados encubiertos del confesionario, cuando se perpetraban abusos sexuales durante la intimidad y confianza espiritual, están saliendo a la luz pública! Por mucho que sea una horrorosa verdad casi imposible de creer o imaginar, si se ha abusado de personas vulnerables e inocentes es indispensable que la verdad sea expuesta y sancionada. Conozco a víctimas que se han salvado del suicidio al tomar la decisión de hablar y revelar todo. La ley moral escrita en el universo (C.S.Lewis “El Problema del Dolor”) pareciera imponerse vez tras vez. Y es importante que se entienda y que haga temblar al ser humano la advertencia de Jesús: “Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz”. O aquí, o ante el Tribunal Divino.
Quizá nos haría bien recordar que no hay secretos para Dios y preguntarnos si nosotros tenemos tanto derecho a lanzar esa primera piedra. También, de volar al arrepentimiento ahora y acogernos al perdón que se ofrece gratuitamente en la Cruz de Jesús.
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