- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
Hace unas semanas compré lentes nuevos. A propósito de los escándalos sucedidos con viejos tuiteos en redes sociales y los juicios a comportamientos que antes muchos pensaban que eran normales, me pareció un bonito cuadro de lo que nos está pasando como sociedad.
Antes no teníamos los recursos para mirar de otro modo. Nuestra cultura se encontraba limitada por una serie de características sociales y hasta geológicas. Vivimos tapados por una pared llamada cordillera y un mar.
Entre nosotros, la costumbre era maltratarnos. No valorar quiénes somos o qué hacemos. Siempre mirándonos en menos entre nosotros, los que tienen más lo sabían. Y así, no dejaba de ser la costumbre despreciarnos o dañarnos. Y mantener el silencio cómplice.
Los lentes nuevos de la sociedad chilena observan de otra manera cómo hacemos nuestra familia o cómo hablamos y nos manifestamos frente al mundo. Parece ser que lo peor es lo que fuimos y mejor será lo que vendrá.
Sí, parece mejor. El tema es estar a la altura de enfrentar que no todos tienen acceso a estos lentes, por más democráticos que sean. Y que esas personas que no quieren usarlos o mirar desde acá también son humanos y quizá, por los mismos entornos de violencia o miedo en que viven, no quieren conocer y reconocer lo que hemos reconocido.
Otro punto es no esconder lo que fuimos. No hay futuro sin pasado. No hay mejora sin admitir dificultad. Es complejo, claro. Porque muchas veces decimos cosas esperando sostenerlas toda la vida y la existencia misma nos envía una factura porque nos recontextualiza con lo que sentimos o buscamos.
Yo creo que eso es lo más complicado, porque nadie elige donde nace y antes era más difícil elegir el acceso al conocimiento.
Es más crítico, pienso, con los más chicos, que siempre han vivido vidas más libres. Si ellos fallan, hay que conversarlo.
Sobre los viejos, bueno, primero son viejos. Estaba pensando eso con el escándalo de los tuits: nadie sabe si mañana es figura pública. Lo público exige a veces tanta virtud, que llega a ser anormal y eleva las expectativas cuando hay muchos dispuestos a patear en el suelo o gritar “oye, mira mis hermosos lentes nuevos, que son más limpios que los tuyos”, aunque se hayan cambiado los espejos.
Muchos nunca pensaron que el día de mañana tuitear les iba a cobrar. Alguna vez, escribí algo que me enseñó mi padre y que apliqué a lo público en toda plataforma tecnológica: “Hay que ser honesto, decir la verdad, pero no ser sincero, que es decir lo que sientes, porque si se meten con lo que sientes, es muy difícil de cambiar la amarga sensación de estar expuesto”.
Hoy, que estamos viviendo los tiempos de cobro en relación con lo que fuimos, en medio de un cambio, de una revolución de consciencia, de una nueva forma de valorar a la mitad de la población (eternamente subyugada y dañada por los hombres) que son las mujeres, muchos tenemos que leernos y analizar qué fuimos y aprender. Y no hacer un espectáculo de eso. Se nos pide ser mejores de lo que pensamos, sin decir que lo seremos. Y está bien. Porque nosotros no hemos sido justos con ellas. Habrá que leerlo y mejorar sin miedo. Con lentes nuevos.
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