- Analista internacional
El estallido social que sacude Nicaragua fue sorpresivo por su violencia inusitada. En escasos cinco días murieron al menos 25 personas y cientos resultaron heridas. Esto en un país que destaca frente a Honduras, El Salvador, Guatemala o México por su bajo nivel de violencia. Un desastre natural, sin embargo, sacudió a los tranquilos nicaragüenses.
A comienzos de abril comenzó un incendio en el bosque tropical próximo a la frontera con Costa Rica. Las llamas se propagaron por la Reserva Biológica Indio Maíz, una de las mayores de Centroamérica. La situación se vio agravada por árboles caídos a causa de huracanes recientes que proveían abundante material combustible. Costa Rica ofreció ayuda para combatir el fuego, pero Managua la rechazó por mero orgullo nacional. El hecho es que ardieron más de cinco mil hectáreas. El torpe manejo de la situación causó malestar y manifestantes salieron a las calles para criticar al gobierno.
No se habían extinguido las llamas cuando el presidente Daniel Ortega anunció, el 16 de abril, que incrementaría las contribuciones para los fondos de pensiones a la par que reduciría el monto de las mismas. Esto gatilló una respuesta masiva de rechazo a lo largo del país. Decenas de miles de personas se echaron a las calles exigiendo que la medida fuese revocada. Frente a la protesta el gobierno desencadenó una virulenta represión contra lo que Ortega denominó bandas de “pandilleros manipulados”. Llamativa resultó la irrupción de grupos civiles, armados con barras de hierro y cadenas, que agredieron a los opositores.
En Managua, la capital, uno de los blancos favoritos de los manifestantes, fueron los llamados “árboles de la vida”. Son estructuras metálicas de entre 15 y 20 metros de altura, que en formas estilizadas, con diversos motivos multicolores y luminarias simulan árboles gigantes. Estos ornatos urbanos comenzaron a instalarse en el año 2013 y en la actualidad suman unos 140 y están asociados con el oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional. En particular se les vincula con la vicepresidenta Rosario Murillo, esposa del presidente Ortega. El derribo de varios “árboles” es entendido como un acto deliberado de agravio a Murillo, apodada la Chayo, que, según declaró Ortega, en la presidencia “la Rosario es 50 por ciento y Daniel, 50 por ciento”.
En un gobierno caracterizado por el nepotismo, la inclusión de Murillo en la vicepresidencia, en 2017, es un mecanismo para asegurar la sucesión. Ello en caso que Ortega no concluya su mandato. En todo caso, el país ha tenido un buen desempeño económico con un crecimiento superior al 4%. Una dificultad mayor es el alza de los precios del petróleo. Más de la mitad del crudo consumido por Nicaragua provenía desde Venezuela a precios preferenciales.
Algo ha cambiado en el país y el gobierno tendrá que tener en cuenta la opinión pública como no lo había hecho hasta ahora. Ortega ha anulado las medidas que afectaban a las pensiones. Ahora se declara abierto a negociar con diversos sectores, en particular con el empresariado. Un primer paso para recuperar la legitimidad pérdida.
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