- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Y son varios, la verdad. Pero quiero comentar al menos sobre dos: el relativo abandono de los niños en los hogares del Sename y la violencia intrafamiliar, y más concretamente contra la mujer. Lo de las desprolijidades en el Sename es de larga data. Son más de 10 mil los niños que viven en sus hogares. Más que reproches e interpelaciones a uno u otro bando político, éste es un tema de Estado que nos corresponde abordar a todos.
Más de la mitad de la población penal masculina pasó por un hogar del Sename. Estos no son una escuela de bien, de probidad, de verdadera ayuda. Se han transformado en un semillero de malos hábitos, de dificultades de inserción, precaria adaptación social y nulo aporte a la sociedad. Los niños deben ser nuestra prioridad. Hemos fallado. Es de esperar que, más allá de la búsqueda de culpables, de una vez por todas se aborde el problema y darle una solución. Aprovecho aquí de agradecer a las fundaciones de Iglesia que, con gran esfuerzo, ayudan a miles de niños en situación de riesgo, con muy poca subvención estatal.
El segundo rincón oscuro sobre el que se ha puesto luz, es el de la violencia intrafamiliar (VIF). Esto, a raíz de la denuncia de la pareja de un cantante popular y la revisión del caso de Nabila Rifo. Dejemos actuar a los tribunales y recordemos la presunción de inocencia. Pero espero que la justicia despeje pronto toda sombra de duda y haga justicia, por el bien de todos los implicados.
La VIF no disminuye. El 2016 fueron 120.491 denuncias. Podemos suponer que el número es más alto, dado que muchas personas, mujeres la mayoría, no denuncian. Así lo recordó una abogada de la Corporación Humanas: “Este es un porcentaje muy menor, porque muchas no denuncian. Tardan años en reconocer que están en una situación de violencia”. Y a esto se suma la complicidad del ambiente, el silencio culpable, no leer las señales de violencia incipiente. El que las víctimas se sienten culpables.
De un grito se puede pasar rápido a un golpe, una herida, a la muerte. Quizá no se llegue a tanto, pero son demasiadas las personas, en su mayoría mujeres y niños, que sufren violencia física o sicológica por años. «Quien ama, no mata, ni humilla, ni maltrata» se lee en un cartel de una marcha organizada hace unos meses condenando la violencia contra la mujer. Incluso en el marco del pololeo o noviazgo se detectan brotes de violencia. Todos somos responsables de advertir y denunciar, si viene al caso. Como sociedad debemos crecer en respeto al otro, en mayor tolerancia y aprecio. Los ambientes cargados de violencia -gritos, portazos, garabatos, trato brusco, displicente- terminan intoxicando y moldeando para mal nuestras relaciones.
Ya tenemos bastantes estudios y diagnósticos. Es hora de acabar con estos dramas. Lo de los hogares de menores no da para más. Todos ganamos si se hace allí una buena cirugía. Lo mismo en materia de violencia doméstica. A poner manos a la obra. Antes que sea tarde.
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