Cientos de miles de computadores fueron hackeados el fin de semana pasado. Todavía no se sabe quiénes ejecutaron la acción criminal. Pero sí se sabe de dónde salió el gusano que ha causado daños a una escala sin precedentes en decenas de países. El sistema que encripta los programas computacionales, negándole el acceso al usuario, salió de la National Security Agency (NSA) de Estados Unidos. Es una mega agencia de muy bajo perfil que integra el descomunal enjambre del espionaje estadounidense.
La NSA es la encargada del monitoreo e intercepción de comunicaciones o señales, Sigint, en la jerga profesional. La NSA fue creada en 1952 como una agencia ultra secreta. El chiste en la época era que la sigla NSA significaba No Such Agency (no hay tal agencia). La NSA cuenta con más personal que la CIA y el FBI sumados. Se estima que emplea a 38 mil personas. Aparte, contrata a 25 mil personas que operan los sistemas de intercepción, pero que no son parte de su planta. Edward Snowden, que ahora reside en Moscú, fue uno de ellos.
Con el fin de la Guerra Fría buena parte de la atención de los servicios occidentales se reorientó hacia la inteligencia económica. En primer lugar, preservar los secretos industriales y luego saber qué tienen los otros.
La NSA niega que brinde ayuda a empresas norteamericanas, pero en cambio admite que monitorea a rivales comerciales para establecer si hay competencia desleal. Un caso mencionado es el de un contrato por 1,4 mil millones de dólares en Brasil que, gracias a una presunta coima a funcionarios locales, hubiese quedado en manos de la empresa francesa Thomson-CSF. La denuncia de la operación revirtió la decisión y el contrato lo obtuvo la empresa norteamericana Raytheon. Un informe presentado al Congreso de Estados Unidos en 1995 citaba “más de cien casos de firmas extranjeras que recurrían a coimas para desplazar a compañías norteamericanas en contratos internacionales por 45 mil millones de dólares”. El informe concluía que gracias a las coimas se adjudicaban 80 por ciento de estos contratos.
En el afán por penetrar las redes informativas en todo el globo la NSA detectó la vulnerabilidad de los programas de Microsoft que le permitían instalarse en los computadores espiados. Resulta que el cazador fue cazado, pues la NSA sufrió un hackeo. El material robado fue entregado a WikiLeaks, con el gusano que ha causado el daño incluido, que lo difundió junto a información sobre la campaña de Hillary Clinton. Washington acusa a Moscú y el asunto es objeto de una bullada investigación del FBI. Los piratas que han bloqueado hospitales, entre otros servicios públicos, así como empresas para exigirles pagos por desencriptar sus ordenadores, encontraron el gusano en WikiLeaks. Ahora comienza el debate sobre qué responsabilidad asumen los gobiernos sobre las armas de destrucción informática alojada en sus arsenales destinados al ciberespacio. Al igual que con las armas de destrucción masiva, nucleares, químicas y biológicas, lo mejor es no disponer de ellas.
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