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En Cachagua, La Pintana, Las Condes o Madrid: fiestas clandestinas son una peligrosa y repudiable tendencia mundial en plena pandemia

Cerca de 140 personas detuvo anoche Carabineros en Ñuñoa y Las Condes, pero el fenómeno se repite en otros puntos del mundo donde desafían la pandemia.

Como «un atentado a la salud pública» calificó el ministro Enrique Paris las fiestas clandestinas que por estas días han sido descubiertas en distintos puntos del país y generan alarman respecto a la actitud de los jóvenes y la inevitable propagación de la pandemia entre los chilenos.

Ya sea en Cachagua, Las Condes, Ñuñoa, Puente Alto o La Pintana, las celebraciones privadas en grupos numerosos  de jóvenes a puertas cerradas -con invitación o entrada pagada-, ya son una tendencia que está presente en Chile así como en países de Sudamérica y Europa.

Así lo refrenda, por ejemplo, una crónica difundida hoy por el diario La Vanguardiade España, donde refleja una realidad que no es tan diferente a la nuestra.

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Dejar el móvil apagado en la entrada de la casa, permanecer en ella hasta las seis de la madrugada y no contárselo a nadie. Y menos a la Policía. Son las condiciones para asistir a las fiestas clandestinas que en plena pandemia se han seguido celebrando en urbanizaciones de lujo, chalés y fincas de Madrid, relata la crónica.

A ellas asisten personajes famosos de la televisión o reconocidos futbolistas, entre otros invitados, que, según parece, no temen al coronavirus y que adoptan grandes medidas de seguridad para evitar la «visita» de la policía.

Debido al cierre del ocio nocturno por la covid-19, muchos de estos jóvenes, y no tan jóvenes, se han quedado sin trabajo, pero mantienen su cartera de clientes, conseguida en los reservados de las discotecas más conocidas de la capital.

Por un precio que oscila entre los 6.000 y los 10.000 euros (un euro equivale a $880, aproximadamente), organizan este tipo de fiestas exclusivas a gusto de los propietarios de las viviendas que las acogen, que no tienen que preocuparse ni de las bebidas ni del catering, porque el relaciones públicas de turno lo tiene todo controlado.

Alicia, de 22 años, fue una de las invitadas a una fiesta de Nochevieja en la urbanización de Las Lomas, en la casa de un conocido futbolista.

Una selfie para entrar a la fiesta

Como relata La Vanguardia, para entrar no solo valía con sus DNI y otros datos personales, ya que previamente tuvieron que mandar una foto de su cara para ser reconocida en la entrada por los vigilantes de seguridad. Ni ella ni sus amigas tuvieron que pagar por asistir ni por la barra libre y el catering de la comida.

Junto a un centenar de personas celebraron la entrada del año sin guardar la distancia de seguridad.

Antes de entrar, tuvieron que dejar el móvil apagado en la entrada, para evitar que se hicieran fotos o vídeos, y no pudieron marcharse hasta las seis de la mañana, cuando finalizaba el toque de queda.

No es la única fiesta exclusiva a la que han asistido en los últimos meses estas jóvenes a pesar de las restricciones por el coronavirus.

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En otros eventos, incluso de más lujo, tuvieron que pagar 100 euros por asistir y solo media hora antes del evento, supieron la ubicación de la fiesta. «Es como una tela de araña pero solo nos avisan a círculos de confianza», dice Alicia.

Nunca han sido propuestas para sanción por las fuerzas de seguridad, que no han sido requeridas para acudir a esas casas, ubicadas algunas en complejos de lujo de la periferia de Madrid o aisladas.

Y es que sin un requerimiento judicial o sin el beneplácito de los propietarios, los agentes no pueden entrar en estas viviendas y su labor se limita, si las localizan, a quedarse fuera e identificar a las personas que salen de la casa.

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Muy pocas fiestas son localizadas por las fuerzas de seguridad que, en muchas ocasiones, tienen que actuar «a ciegas» solo con la ayuda de las denuncias de los vecinos, según subrayan a Efe fuentes policiales.

El alto volumen de la música o el intenso trasiego de personas y vehículos son las «pistas» que ofrecen los vecinos a los agentes para que acudan a estos avisos.

Para Policía y Guardia Civil, la colaboración ciudadana es «fundamental», ya que las redes sociales guardan «silencio». «Antes la gente era menos reticente a publicar sus ‘escapadas’. Ahora nos encontramos con mucha más cautela», aseguran las fuentes.

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No se trata de pedir a los ciudadanos que sean «chivatos», pero sí que actúen de forma responsable. Igual que se denuncia un robo o una agresión, estos hechos también porque ponen en peligro al conjunto de la sociedad, insisten.

Astro de la NBA en las fiestas prohibidas

Precisamente, fue esta circunstancia la que desveló el pasado mes de octubre la famosa fiesta de un príncipe africano en un chalet de Aravaca. No fue la primera ni la última que ha celebrado este hombre durante la pandemia.

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Largas colas para entrar a la casa de madrugada, mucha afluencia de vehículos en las inmediaciones y la música alta obligaron a los vecinos a llamar al 091.

En este evento la Policía Nacional propuso para sanción a 200 personas, entre ellas al jugador de la NBA Willy Hernangómez.

Hernangómez no era la única persona conocida de una fiesta a la que acudieron famosos televisivos, jugadores de fútbol y actores. La lista completa de identificados no ha sido desvelada por las autoridades.

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También el aviso de los vecinos fue clave para detectar una fiesta de Nochevieja en la Urbanización de Villafranca del Castillo, en concreto en una casa propiedad de la colaboradora de televisión Leticia Sabater.

El hombre que alquiló la propiedad a Sabater cobraba 300 euros por asistir al evento, un precio que daba derecho únicamente a una botella de alcohol, señala el reportaje del diario español.

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