Consciente de los duros meses que se le avecinan, Rodrigo Delgado (UDI) aceptó la propuesta del Presidente Sebastián Piñera y se convirtió en el cuarto ministro del Interior en lo que va de la segunda administración del mandatario.
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Pero no fue una decisión fácil. El hasta ayer alcalde de Estación Central por tres periodos consecutivos, llega a un puesto donde uno de sus antecesores fue destituido y otro renunció antes de que el Congreso decidiera ese mismo futuro para él.
En ambos casos, la gestión de mando sobre Carabineros fue determinante, pues la institución no logra repunte tras la serie de denuncias respecto de violaciones a los derechos humanos e irregularidades. Además, deberá hacer frente a lo que ocurre en La Araucanía, aspecto que se considera como una deuda histórica de todos los sectores.
Compleja fue también la resolución para el jefe de Estado, puesto que en La Moneda apostaban porque Víctor Pérez continuara en el cargo al menos hasta que el Senado dijera lo contrario. Como indicaron fuentes de Palacio, costó despejar el asunto, ya que las típicas presiones de los partidos oficialistas también se hicieron presentes.
De acuerdo con lo detallado por las mismas fuentes, Jaime Bellolio, que se desempeña como vocero, era una de las cartas favoritas del Presidente. Sin embargo, la compleja relación que este tiene con la timonel de su partido, Jacqueline van Rysselberghe, habría influido. Ella misma habría sido quien empujó la carta de Delgado. Pero como gesto, fue el propio Bellolio el que llegó hasta las dependencias de la municipalidad para escoltar al nuevo secretario de Estado a La Moneda.
En medio del juramento, el Presidente destacó el rol que ha jugado Delgado: «tiene una larga y valiosa trayectoria de liderazgo«. Y de paso, le dejó claras sus tareas. Deberá fortalecer el diálogo, agilizar la modernización de Carabineros y fortalecer coordinación con los intendentes.