Este miércoles 8 de julio se conmemoran 290 años del mayor terremoto y tsunami que azotó a la zona central del país. El sismo de 1730 tuvo una magnitud cercana a los 9 grados en la escala de Richter y generó un tsunami devastador en el que el mar entró 850 metros al continente, a la altura del ingreso a la iglesia La Matriz, en Valparaíso, con una altura aproximada de once metros, provocando la muerte de, al menos, tres mil personas.
Al respecto, Mauricio Reyes, académico de la Escuela de Ingeniería Civil Oceánica de la Universidad de Valparaíso (UV), experto en tsunamis y evacuación vertical, señaló que “la principal enseñanza de ese sismo y tsunami es que debe ocurrir nuevamente y debemos estar preparados para ello. Son fenómenos cíclicos en una escala geológica que supera a la percepción humana. Los avances científicos permiten que ello se pueda afirmar con absoluta certeza”.
El ingeniero civil oceánico aseguró que “el país completo debe mejorar los métodos educacionales. La principal vulnerabilidad es la mala educación de la gente, pues, en general, no está preparada para entender bien estos fenómenos tan complejos. Japón es un país ejemplar en términos educacionales y su fortaleza es una excelente educación pública, a la cual accede prácticamente el 100% de la población”.
“El tema es que no hay suficiente preparación. Y ello comienza en la falta de conciencia de las vulnerabilidades existentes: mucha pobreza y precariedad estructural de los edificios más antiguos, mala planificación urbana y prácticamente nula educación en estos temas. Soy muy pesimista respecto a las consecuencias de un terremoto similar al de 1730 en Valparaíso y Viña del Mar”, explicó Reyes.
Indicó que “cuando ocurra el terremoto similar al de 1730, lo cual debe ocurrir, la historia de nuestras ciudades va a cambiar para siempre y muy dramáticamente. Es urgente que los tomadores de decisiones asignen la seriedad que merecen estos temas y se comprometan a construir un país más resiliente”.
“Así como vamos, especialmente considerando la mala calidad de la educación en Chile, estamos muy mal y es esperable una catástrofe cuya recuperación va a ser muy costosa”, añadió el académico.
Similar opinión entrega Patricio Winckler, también académico de la Escuela de Ingeniería Civil Oceánica UV y coautor del artículo científico “The 1730 Great Metropolitan Chile Earthquake and Tsunami Commemoration: Joint Efforts to Increase the Country’s Awareness”.
“El sismo de 1730 es uno de los más grandes desde que llegaron los españoles a Chile, hay poco registro, pero mucha crónica histórica que muestra los efectos, por ejemplo, en algunas iglesias, como las de La Matriz y Los Agustinos y el monasterio de los Mercedarios. Durante estos 290 años han ocurrido otros terremotos, como el 1906 o 1922, pero fueron profundos y en vez de desplazar la ruptura más cerca del agua fueron más interiores, con mucho levantamiento de la costa; pero si el terremoto es más cerca del mar es más bajo, como el de 1730, que probablemente rompió toda la zona interplaca”, explicó Winckler.
El académico indicó que en la zona “baja de la placa, más cercana al mar, no se movió mucho con los sismos de 1096 y 1922, por eso se especula que aun estaría acoplada y sería esperable que esa zona tenga un movimiento similar y cuando eso pase va a generar tsunami probablemente grande. Cada año la placa de Nazca se acerca 10 centímetros a la placa sudamericana, por lo que en casi 300 años ya habrían cerca de 30 metros de desplazamiento relativo acumulándose. Ha habido terremotos, pero no han sido suficientemente fuertes para destrabar la zona superficial de la interplaca”.