Decenas de miles de manifestantes volvieron a tomar las calles el domingo en todo Estados Unidos, con manifestaciones pacíficas contra la muerte de personas negras a manos de la policía que se vieron empañadas por disturbios que golpearon ciudades desde Filadelfia a Los Ángeles, con episodios cerca de la Casa Blanca.
Autoridades locales y estatales desplegaron a miles de soldados de la Guardia Nacional, impusieron estrictos toques de queda y cerraron el transporte público para frenar los movimientos de los activistas, aunque esas medidas hicieron poco por impedir que muchas ciudades volvieran a sumirse en el caos.
Los manifestantes en Filadelfia lanzaron piedras y bombas incendiarias a la policía, según las autoridades, mientras ladrones en más de 20 ciudades de California allanaron comercios y se llevaron todo lo que podían cargar: zapatillas, ropa, celulares, televisores y otros productos electrónicos.
El conductor de un camión —aparentemente de forma deliberada— arremetió contra inconformes en Minneapolis casi una semana después de que George Floyd muriera en esa ciudad luego de suplicar por aire mientras un agente de la policía lo inmovilizaba presionándole con una rodilla sobre el cuello. No parecía que hubiera manifestantes heridos y el conductor fue detenido.
Las tensiones se dispararon ante la Casa Blanca tras tres días de manifestaciones en el lugar. La policía empleó gas lacrimógeno y granadas aturdidoras contra una multitud de más de mil personas, que coreaban lemas al otro lado de la calle, en el Parque Lafayette. La multitud salió corriendo y apiló señales de tráfico y vallas de plástico para prender una gran hoguera en una calle cercana. Algunos quitaron una bandera estadounidense de un edificio y la lanzaron a las llamas.
Un edificio del parque que aloja una oficina de mantenimientos y baños públicos fue incendiado, y hubo allanamientos en bancos y joyerías. Las manifestaciones continuaron más allá del toque de queda, y la policía de Washington dijo estar respondiendo a varios avisos por incendios provocados en la capital.
Toda la Guardia Nacional de Washington D.C. -unos 1.700 soldados- fue desplegada para ayudar a controlar las protestas, según dos funcionarios del Departamento de Defensa que insistieron en mantener el anonimato porque no estaban autorizados a comentar el asunto de forma pública.
A medida que las protestas aumentaron de dimensión, el presidente Donald Trump retuiteó al comentarista conservador Buck Sexton, quien pidió «fuerza abrumadora».
Al menos 4.100 personas fueron detenidas en los días de protestas, según un conteo de The Associated Press. Los cargos iban desde saqueos y cortes de autopistas a incumplir toques de queda.
En Salt Lake City, un líder activista condenó la destrucción de la propiedad pero dijo que el duelo por los edificios dañados no debería estar al mismo nivel que el dolor por hombres negros como Floyd.
«Quizá este país reciba el mensaje de que estamos hartos de que la policía asesine a hombres negros desarmados», dijo Lex Scott, fundador de Black Lives Matter Utah. «Quizá la próxima vez que un policía blanco decida apretar el gatillo, le venga la imagen de ciudades en llamas».
Sin embargo, miles de personas siguieron marchando de forma pacífica en Phoenix, Albuquerque y otras ciudades, y algunos pidieron el final de los incendios, el vandalismo y los robos, afirmando que socavan sus demandas de justicia y reformas.
«Siguen matando a nuestra gente», dijo Mahira Louis, de 15 años, que acudió junto a su madre y cientos de personas a una manifestación en el centro de Boston. «Estoy harta de esto».
Pero al caer la noche, también esa manifestación derivó en violencia cuando algunas personas arrojaron piedras, ladrillos y botellas de cristal contra la policía y prendieron fuego a un vehículo policial.
En el centro de Atlanta, las autoridades lanzaron gas lacrimógeno para dispersar a cientos de manifestantes. La alcaldesa, Keisha Lance Bottoms, dijo que dos agentes habían sido despedidos y tres relegados a labores administrativas tras la difusión de un video en el que se veía a agentes rodeando un auto el sábado, después sacando a una mujer del asiento del pasajero y aparentemente disparando al hombre que conducía con una pistola eléctrica. La jefa de policía, Erika Shields, lo describió como «muy impactante de ver».
En el centro de Los Ángeles, una camioneta de la policía aceleró hacia varios manifestantes en una calle, derribando a dos personas. Los manifestantes se levantaron y corrieron hacia la vereda.
En la cercana Santa Mónica, cerca de una manifestación pacífica, un grupo irrumpió en establecimientos de Gap y Vans, y se vio a gente marcharse con cajas de zapatillas. Otros rompieron los cristales de una tienda REI de artículos para deportes al aire libre y se llevaron sillas plegables, una bicicleta y mochilas. En un restaurante al otro lado de la calle se produjo un incendio.
En Minneapolis, el agente que presionó su rodilla sobre el cuello de Floyd por varios minutos ya fue acusado de asesinato, pero los manifestantes exigen que los otros tres policías involucrados en el caso sean procesados. Los cuatro ya fueron despedidos.
«No hemos acabado», dijo Darnella Wade, organizadora de Black Lives Matter en la vecina ciudad de St. Paul, en donde miles de personas se reunieron pacíficamente frente al Capitolio estatal. «Nos enviaron al ejército y nosotros sólo les pedimos arrestos».
La indignación por el racismo a través de muchas generaciones en un país fundado por esclavistas se sumó a una serie de muertes recientes para avivar el descontento. A eso se añadía la angustia por meses de confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus, que ha golpeado de forma desproporcionada a las comunidades de color, no solo en número de infectados, sino también en empleos destruidos y penurias económicas.