Una semana después de producido el estallido social, el sacerdote Mariano Puga esxribió una carta dirigida al Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de la Legua, donde analizaba la crisis así como sus principales detonantes y responsables. El texto es parte de los últimos documentos que traducen el pensamieno profundamente cristiano y solidario del cura obrer y se tituló “¡El despertar no tiene que morir nunca más!”.
Cuando el descontento social recién iba tomando forma a través de las demandas de los chilenos en las calles, Puga confesó su profunda decepción:“Despierto en la mañana y lo primero que me encuentro es con la parálisis política que da cuenta de falta de liderazgo. Discursos fomes, repetitivos, sin creatividad y estúpidos. Somos dictadura y prisioneros de Pinochet, prisioneros de nosotros mismos, de nuestras propias prisiones, de nuestros propios odios”, expresó.
El cura obrero era tajante: “Ese pueblo tiene el derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido, habrá que preguntarse ¿¡Qué cariño le hemos tenido, qué hogar les hemos brindado!? ¿Qué amor les hemos dado? ¿Qué he hecho yo por afectar para mejor sus vidas?”, dice.
En esa carta hay una frase que dispara directo a la responsabilidad del Gobierno: “Piñera no entiende lo que está detrás del clamor de la gente, él y muchos como él, no pueden entender el despertar del pueblo, no entiende que las leyes que sostienen el sistema social, de salud, de trabajo, de previsión es excluyente, egoísta, inhumano (…) La revolución no se hace con los poderosos, sino con aquellos que hacen suya la causa de los sin poder y ésos nos faltan hoy. No veo cómo este sistema los va a producir, más bien al revés, el sistema toma a los sin poder y los transforma en los adoradores del modelo de consumo”, sostiene.
Siempre combativo en su discurso, Puga también fustiga a la Iglesia Católica porque asegura que “apenas musita declaraciones y ha sido cómplice del sistema de mercado”. En aquel mensaje que dio a conocer a seis días del estallido -24 de octubre- el sacerdota recién fallecido se cuestiona: “¿Qué les pasa a los pastores de Chile? Han perdido la capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo sus gritos y gemidos, han perdido credibilidad porque hemos escandalizado a nuestro pueblo, le hemos dañado y mentido y ahora estamos en exilio en nuestra propia tierra, encerrados y exiliados en nuestra propia iglesia”.
Frases y pensamientos que encarnan la filosofía del cura obrero, admirado por su gente de Villa Francia y miles de chilenos que valoran la transparencia de sus ideas y su fructífera labor junto a los más necesitados.