El presidente Donald Trump aseguró este viernes que las conversaciones comerciales entre China y Estados Unidos proceden “de manera muy cordial” a pesar de los nuevos aranceles impuestos por Washington sobre las importaciones a los productos y servicios chinos por valor de 200.000 millones de dólares que recién entraron en vigencia.
Trump tuiteó el viernes que el aumento de los aranceles traerá “MUCHA MÁS riqueza” a Estados Unidos. Sin embargo, un estudio realizado por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York y las universidades de Columbia y Princeton sostiene que el peso de los aranceles recaerá sobre los consumidores y empresas estadounidenses que compran artículos importados. En tanto, algunos legisladores han expresado preocupación sobre las consecuencias de los aranceles para los agricultores.
En sus tuits del viernes, Trump sugirió que el dinero de los nuevos aranceles permitirá al gobierno comprar más productos a los agricultores estadounidenses y enviarlos a países “pobres y hambrientos”.
La culpa es del otro
Las conversaciones bilaterales continuaban en las próximas horas, mientras Beijing dijo que tomaría represalias, avivando la batalla por las ambiciones tecnológicas de China y otras tensiones comerciales entre las dos mayores economías del mundo.
El gobierno de Trump subió los aranceles a importaciones del gigante asiático del 10 al 25%. El Ministerio de Comercio chino anunció que impondría las “contramedidas necesarias”, pero no ofreció más detalles.
El alza de los gravámenes se produjo pese a que negociadores estadounidenses y chinos se reunieron en la víspera en Washington para intentar poner a una disputa que causó pérdidas millonarias en el comercio y sacudió a los mercados financieros de todo el mundo. «El riesgo de una ruptura total en las negociaciones comerciales se ha incrementado”, afirmó Michael Taylor, de Moody’s Investors Service, en un reporte.
Los funcionarios estadounidenses acusan a Beijing de dar marcha atrás en los compromisos adquiridos en rondas de negociación anteriores. De igual manera, está previsto que las dos delegaciones vuelvan a verse el viernes tras una primera jornada en la que no se reportaron avances. «China lamenta profundamente tener que tomar las contramedidas necesarias”, señaló el Ministerio de Comercio en un comunicado.
En tanto, los mercados en Asia tuvieron una reacción mixta a la medida ante la renovada inquietud de los inversionistas porque el crecimiento global pueda resentirse por la batalla entre los dos gigantes económicos.
A su vez, los grupos empresariales estadounidenses en China pidieron un acuerdo para resolver las quejas crónicas sobre las barreras del mercado y un sistema regulatorio que dicen que está manipulado en contra de las firmas extranjeras. «Tiene que haber un acuerdo que reequilibre la relación económica”, afirmó la Cámara de Comercio de Estados Unidos en China en un comunicado.
Antes que lleguen a puerto
Los nuevos aranceles estadounidenses no afectarán a las mercancías que salieron de China. Por mar, esos envíos tardan alrededor de tres semanas en cruzar el Océano Pacifico, lo que da a los negociadores más tiempo para alcanzar un acuerdo antes de que los importadores tengan que abonar los nuevos aranceles.
Los dos países están enfrentados por la denuncia de Washington de que Beijing roba tecnología y presiona a las empresas estadounidenses para que entreguen secretos comerciales como parte de una agresiva campaña para convertir empresas nacionales en líderes mundiales en robótica, autos eléctricos y otras industrias avanzadas.
El revés de esta semana fue inesperado. Hasta finales de la pasada, funcionarios del gobierno de Trump sugerían que los negociadores realizaban avances firmes.
Las autoridades estadounidenses señalan que tuvieron indicios del cambio de opinión de China sobre los acuerdos anteriores durante las negociaciones de la semana pasada en Beijing, pero se hicieron más evidentes en intercambios durante el fin de semana. No identificaron los temas en discusión.
Uno de los puntos de fricción es la insistencia de Washington en la implantación de un mecanismo con sanciones para asegurar que China respeta los acuerdos.