En la mañana del sábado el asfalto de las calles de Buenos Aires aún estaba mojado por la lluvia de la noche anterior. Eso no fue impedimento para que los vehículos de los mandatarios que participaron de la Cumbre G-20 en Argentina transitaran rápido: era el día en que se debía llegar a conclusiones y a su favor tenían que todas las calles estaban cortadas para agilizar su tránsito.
Ese día el Presidente Sebastián Piñera despertó temprano, pese a que era su cumpleaños. En la embajada de Chile desayunó algo rápido porque desde CNN internacional lo esperaban para entrevistarlo. Tras la conversación, partió a una sesión plenaria donde estaban todos. Horas más tarde recibiría sus aplausos: su amigo, Mauricio Macri lo sorprendió con una torta en el lugar de la reunión.
Pero no fue sólo por eso que el Mandatario retornó ese día contento a Santiago. Recibió varias invitaciones internacionales: China, Inglaterra, Italia, por decir algunas. Sostuvo seis bilaterales formales y un encuentro de cinco minutos con Emmanuel Macron.
También se lució con el Transantiago. Ello pues a mediados de diciembre el sistema de transportes capitalino incorporará 100 buses eléctricos que ya están en suelo chileno. Sumando la centena más que viene en camino, para enero de 2019, Chile se convertirá en el segundo país después de China en tener su capital con más máquinas de este tipo en el transporte público.
Todo eso ocurrió en un evento en el que participó como invitado, no cómo miembro permanente.
El «G-20Palooza»
¿Eso qué significó? Si la Cumbre G-20 de Argentina se hubiera presentado en carteles similares a los del Lollapalooza, los nombres que aparecerían en la primera línea y con letras más grandes serían los de Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin, Theresa May y hasta el príncipe saudí Mohamed Bin Salman. Ya con letras más pequeñas y casi al final estaría Sebastián Piñera.
«Al menos estuvo», indicó a Publimetro Nicolás Freire, cientista político de la Università di Roma y académico de la Facultad de Gobierno de la U. Central. Según él, su presencia entre los grandes es sinónimo de un balance positivo, al menos en lo «macro».
«Siempre es bueno estar en la mesa con Trump, Jinping y otros, aunque nadie se haya fijado en ti. Es que no tenían porqué: no era ese el rol», agrega.
En lo «micro», para el profesor, el balance es más bien incierto, pues a veces al ciudadano a pie no le va ni le viene eso de las «bilaterales». Freire afirmó que hay que verlo como lo que hacía el ex Presidente Eduardo Frei.
«Sabemos las críticas que tenía cuando viajaba tanto». Ello porque no se veían resultados inmediatos. A largo plazo se obtuvo acuerdos con Asia que nos permiten ahora comprar tecnología más barata que en Argentina.
«Uno les da la importancia a esas giras después de mucho tiempo», sostuvo el académico.
Llamado de atención
En lo que sí Freire llama a tener cuidado, es analizar qué tipo de acuerdos se están consiguiendo con otros países. Afirma que si sólo estamos pensando en exportar materias primas y dejar de lado la fabricación nacional de productos más elaborados, podríamos caminar por la senda equivocada.
«Sí, súper bien que seamos bien mirados por los chinos, por los asiáticos, pero también hay que reflexionar en cómo hacemos tratados. Hoy estamos viendo que empresas chilenas están quebrando, que la manufactura nacional está en crisis, no hay fomento, porque nos damos cuenta que todos los productos que estamos exportando son materias primas», se cuestiona.