Los bailarines masculinos Chippendales describen su trabajo como "mitad espectáculo, mitad fiesta", como una revista masculina que, en sus palabras, "revela un poco más".
Aunque suena a eufemismo.
Me senté durante la primera media hora de su función en Las Vegas, Estados Unidos, y vi espaldas desnudas, sexo simulado y un juego demasiado extraño para ser descrito en el que usaban un banano como accesorio.
Predominantemente, sin embargo, se trata de un espectáculo de danza: figuras masculinas atléticas y gráciles que hacen que la audiencia sienta que tiene el poder.
En el transcurso de la velada, que abarca alrededor de 15 rutinas de baile y cambios de vestuario con los que juegan a una fantasía femenina estereotipada (constructores, bomberos y hombres en motocicletas), las mujeres pueden participar tanto o tan poco como quieran.
Algunas se ofrecen como voluntarias para subir al escenario, algunas gritan desde la barrera, y todas son alentadas a tender la mano y tocar a los hombres cuando estos se abalanzan entre la multitud (crowd run, le llaman).
"En una noche normal ¿cuántas manos te tocan?", le pregunto a Ryan Kelsey, el capitán de baile de los Chippendales.
Sin inmutarse, dice: "Probablemente entre 40 y 50. Nuestra casa (teatro) tiene un máximo de 350 lugares, así que tratamos de movernos para que todas puedan tener la máxima experiencia Chippendales".