Muy cerca del hotel Crowne Plaza, donde el comando de Sebastián Piñera tenía programada una gran celebración por la apabullante victoria que esperaban en las elecciones presidenciales, el pequeño pasaje Sara del Campo se cerraba para albergar una fiesta que muy pocos veían posible, pero que en el Frente Amplio siempre consideraron como una posibilidad.
Separados por sólo unas cuadras, pero por miles de kilómetros si de ideas y programas políticos se trata, los comandos de Piñera y Beatriz Sánchez tuvieron jornadas diametralmente opuestas. Mientras la derecha lamentaba una votación que estuvo lejos de alcanzar lo presupuestado y el panorama cambió de lo festivo a la preocupación, en el Frente Amplio celebraron el 20% alcanzado por su candidata y los 21 diputados electos que les permite generar una pequeña bancada dentro de la cámara baja.
Una celebración que no estuvo marcada por grandes artistas saliendo a ese pequeño escenario que colindaba con calle Carmen, animadores aleonando a los adherentes o mayores lujos. El festejo fue en el estilo del frenteamplismo, haciendo desde ese pequeño pasaje el «poder de muchos», tal como reza su eslogan de campaña, llevando a la calle ese comando de estrechas escaleras. La diferencia con los partidos tradicionales está en la sangre del Frente Amplio y su acto del domingo lo reflejó.
Desde que comenzó el día de votaciones, las sonrisas que luego serían totales en Sara del Campo abundaron en los militantes y adherentes del Frente Amplio. Es que mientras se dirigían a votar, se enteraban que en el extranjero, principalmente en Europa, estaban arrasando en las primeras votaciones de los chilenos que residen fuera del país. Un resultado que les permitía encarar el inicio del conteo de votos en el primer lugar. Una alegría que no sería sólo un espejismo por los votos fuera del país.
Enarbolando banderas, los adherentes del frenteamplismo, en su mayoría jóvenes convencidos de derrocar a la antigua política, fueron apareciendo en el comando ubicado a los pies del Santa Lucía. Y tal como en las urnas, a esos jóvenes que vieron este grupo político desde sus inicios se les fueron uniendo en el pequeño pasaje una ciudadanía cansada y con ganas de nuevos actores.
Así, las banderas se fueron multiplicando y también los aplausos cuando veían que con el paso de las horas no bajaban del 20% y estaban a sólo dos puntos de alcanzar a Alejandro Guillier, el candidato de la Nueva Mayoría, para ser ellos los que entraban a segunda vuelta. Los festejos también fueron al ver caer a los representantes de esa política antigua que tanto critican. Mientras proyectaban las transmisiones televisivas en una pantalla gigante, los gritos de celebración aumentaban cuando se enteraban que Andrés Zalvidar, Gustavo Hasbún, o Fulvio Rossi, se quedaban sin un cupo en la Cámara Baja.
Pero ¿qué pasaba con la ilusión y el festejo propio? Aunque hubo esperanza de alcanzar la segunda vuelta y el ambiente reflejaba alegría, unión entre familias y la llegada de nuevos, lo cierto es que esa ilusión se apagó cuando subió el porcentaje de mesas escrutadas. Pero la ilusión de nuevos sueños se mantuvo intacta y encendida. El pequeño pasaje Sara del Campo fue más ancho que nunca para recibir a todos aquellos que confiaron en la nueva fuerza política.
El Frente Amplio celebró su consolidación y se instalan en el mapa político de Chile como la tercera gran fuerza, una que viene a cambiar el panorama y el equilibrio de poder en el país, tal como lo hicieran sus máximas mayorías en la elección de diputados, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, cuando lideraron hace seis años las movilizaciones estudiantiles que le dieron su primera forma a una fuerza juvenil que ya se consolida en las grandes ligas.