La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó la sentencia que condenó al colombiano Edwin Mauricio Vásquez Ortiz a la pena de 14 años de presidio, como autor del femicidio de su pareja de la misma nacionalidad, Yuliana Andrea Acevedo, crimen perpetrado el 5 de marzo de 2016 en la comuna de Santiago.
En fallo unánime, la Cuarta Sala del tribunal de alzada –integrada por las ministras Mireya López, Viviana Toro y la abogada (i) Paola Herrera– rechazó el recurso de nulidad presentado por la defensa en contra de la sentencia dictada el 26 de julio pasado por el Cuarto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago.
En el juicio, Vásquez Ortiz fue declarado culpable del femicidio de su conviviente, a quien estranguló y posteriormente descuartizó con un cuchillo carnicero para deshacerse del cadáver lanzándolo al río Mapocho.
En la acusación, la Fiscalía Centro Norte solicitó en contra del imputado la pena de presidio perpetuo simple, sin embargo la resolución del tribunal admitió las atenuantes de colaborar con la investigación y no tener antecedentes penales.
Con los medios de prueba reunidos en la investigación, los fiscales Ricardo Peña y Álvaro Núñez acreditaron que el hecho fue perpetrado el día 5 de marzo de 2016 en un departamento ubicado en calle Huérfanos en la comuna de Santiago, donde el imputado Vásquez Ortiz atacó en el suelo a su conviviente, con quien vivía en Chile desde la llegada de ambos desde Colombia.
En el lugar, Vásquez Ortiz la estranguló con un lazo hasta provocarle la muerte. Después trasladó el cuerpo al baño, procediendo a descuartizarla en la tina, desmembrando sus extremidades inferiores y superiores. Para ello utilizó un cuchillo tipo carnicero de 14.3 centímetros de hoja y 20 centímetros de empuñadura.
El imputado llevó en dos oportunidades los restos al río Mapocho, a la altura del puente Cal y Canto, procediendo a arrojar el tronco del cuerpo y luego las extremidades.
Cuando fue encontrado el cuerpo, la Brigada de Homicidios de la PDI difundió una fotografía de los pies de la víctima, cuyas uñas tenían un esmaltado con un diseño particular. La manicurista que realizó el trabajo reconoció el diseño y a la persona que se lo había realizado. La mujer denunció el hecho, permitiendo de esta forma identificar a la víctima y luego detener al autor del macabro crimen.