Una bebé al borde de la inanición y la desesperación de su madre por sanarla abrió las puertas en el país a la producción de leche de burra, un alimento a prueba para sortear alergias de lactantes.
A sus tres años y curada ya de la patología que amenazó su desarrollo, Fiorella visita la granja en las cercanías de Santiago donde unas 250 burras son alimentadas, preñadas y preparadas para producir la leche que alivió su calvario.
«Una vez utilizada fue un milagro. Fiorella, de vomitar con las fórmulas 36 veces al día, en su primera toma no vomitó nunca más con la leche de burra», y al mes de tomarla, dejó la sonda y comenzó a recuperarse, comenta su madre, Carolina Fuentes, quien comercializa esta inusual producción lechera.
Una vez utilizada fue un milagro. Fiorella, de vomitar con las fórmulas 36 veces al día, en su primera toma no vomitó nunca más con la leche de burra»
Mientras ayuda a su hija a pasear sobre una de las burras, rememora cuando recorría especialistas buscando una solución a la severa alergia alimentaria que aquejaba a su pequeña y el momento en que un médico por primera vez le habló de la leche de burra.
«Ese sentimiento de mamá y papá desesperados, de no saber con qué alimentar a tu hijo es lo peor del mundo, por eso cuando encontré la solución a la alimentación de mi hija, fue lo mejor, y empecé a plantearme cómo poder utilizar esto», para ayudar a otras mamás impedidas de amamantar, recuerda emocionada.
Difícil producción
Veinte años antes, el doctor Germán Errázuriz siguió el consejo de familiares de un paciente en el sur chileno y se animó a tratar a un niño con leche de burra. A partir de allí, comenzó a recetarla cuando aparecían intolerancias a las fórmulas lácteas.
«La leche de burra es una alternativa. En algunos pacientes anda mucho mejor, tiene mejor palatabilidad (más apetecible), se parece a la leche materna y es una leche, no un producto químico de desintegración de la leche de vaca», comenta el especialista y dueño de la recua en Melipilla donde se produce la leche.
La leche de burra es una alternativa. En algunos pacientes anda mucho mejor, tiene mejor palatabilidad (más apetecible), se parece a la leche materna y es una leche, no un producto químico de desintegración de la leche de vaca», comenta el especialista y dueño de la recua en Melipilla donde se produce la leche.
El proceso parte con la separación de las crías de sus madres, quienes necesitan una noche a solas para dar a las máquinas de ordeñe su leche al amanecer. Luego, el producto es pasteurizado y congelado para su distribución.
Los seres humanos domesticaron a las vacas y no a las burras, cuya leche tiene una composición similar a la leche materna, pero es menos grasa. Quizá, la razón es que una vaca puede producir hasta 40 litros de leche diarios, mientras que de una burra se obtiene menos de un litro, explica el especialista.
Tras la habilitación de salubridad en 2016, comenzó la comercialización. La madre de Fiorella se apoyó en redes sociales para hacer la promoción, contando su propia experiencia.
Hoy distribuye desde su casa unos 40 litros al día, en un negocio que comienza a expandirse.
Resistencias
Pero la leche de burra despierta desconfianza en parte de la medicina local, que atribuye al estilo de vida y a un mayor diagnóstico el crecimiento y detección de alergias.
«Los niños que son alérgicos a la leche de vaca no tendrían indicación de usar leches de otros mamíferos porque existe alta reactividad cruzada entre la proteína de la leche de vaca y la de otros mamíferos», asevera María Angélica Marinovic, especialista en alergias de la Clínica Santa María.
Ni en las guías americanas ni en la de la Organización Mundial de la Salud está indicado tratar este tipo de alergias con leches como la de la burra, destaca la especialista, asegurando que no la recomendaría para ese uso. «Existe un riesgo de que reaccionen con este tipo de leche, a lo mejor se podría plantear en niños mayores, pero no en lactantes», asegura.
Para Errázuriz, las resistencias son esperables ya que hay poca literatura a nivel mundial, y en América Latina todavía no hay estudios serios sobre el tema.
En países como Bolivia, se usa la leche de burra para combatir enfermedades respiratorias, mientras que fuera de la medicina, el poder mágico de esta leche es utilizado en la producción de cremas que prometen borrar arrugas, aunque aún de manera marginal.
En una galería del metro de Santiago, Johana Salazar vende entre decenas de productos naturistas -producidos por su empresa familiar- tres cremas a base de esta leche y asegura que un público fiel confía ellas para buscar la belleza eterna.