Suenan las huelgas y nadie las escucha, el momento es tenso y difícil, la capacidad de entender se atrofia mientras el clamor de muchos se vuelve el problema de pocos. Son las deudas del Estado con los trabajadores, son las deudas de la sociedad con los ciudadanos, es el aprovechamiento de un puñado por sobre el bienestar de la mayoría, palabras buenas que en los dichos de algunos personajes parecen equivocadas.
Una mañana en Providencia tratando de solucionar algunos asuntos y si al caminar pones atención se percibe el desencanto de todos, sólo escuchar sin participar te da la oportunidad de saber sin filtros el sentir de los demás.
Son horas de caminar en el ardor del asfalto, otras en subir a la micro o bajar al metro, falta que la gente tenga más tiempo para darse una pausa y reflexionar.
Hay que darse cuenta de que hemos importado un montón de problemas que no eran parte de nuestra vida antes de que el modelo económico se volviese tan violento. El almacén está en vías de extinción, la ferretería se aferra a no desaparecer, los zapateros ya poco se ven, para qué hablar de sastres, existe una inmensa cantidad de oficios que con la llegada del “retail” dejaron de ser parte de los barrios, dejaron de ser personajes icónicos y fueron arrastrados a las sombras.
La cocina puede sentirse a salvo, por ahora. Si bien la invasión de cadenas es una realidad, hay algunos efectos que no dejan que el interés por emprender o por innovar sea reprimido.
Termina la mañana y por acercarse la hora de almuerzo comienzo a evaluar las alternativas que me rodean. Estoy en una de las esquinas por lejos más transitadas de la capital, donde confluyen personas y personajes variopintos y eclécticos. Levanto la cabeza entre la fauna y me encuentro con La Mechada Nacional, un lugar que con una infraestructura suficiente se apronta, se pinta la cara para atender el almuerzo.
Es temprano y sólo hay un comensal en la barra. El siguiente soy yo, cosa que cambiará al poco transcurrir los minutos, porque al rato la fila era considerable. Se nota que ya a cierta hora tienen su público fiel dispuesto a esperar por su turno para obtener la deliciosa mechada, que en esta casa la venden en distintas carnes y formatos. Hay de vacuno, chancho y pollo, se vende en sánguche y también en “wrap”, versión que aparte de novedosa es también más económica.
Probamos una mechada tradicional, de vaca, con queso de buen tamaño y textura. Hay que considerar el pan tostado que realza la preparación. Por otro lado pedimos una de chancho italiana. Me contaron, hecha de pulpa logran un deshilachado impecable.
Hay gente a la que le gusta la carne mechada algo más firme, quizá laminada, a mí me gusta como la sirven acá, desmenuzada y embebida en caldo que la mantiene suculenta y bien caliente. Un acierto que se replica en varios puntos de la ciudad, han aprendido de franquicias y esperan conquistar el mundo con una de nuestras preparaciones más emblemáticas: la mechada.
Coordenadas: La Mechada Nacional, Av. Nueva Providencia 2236. Teléfono +56 2 26974727.
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