Hace apenas cuatro años, Pensilvania era considerado uno de los estados seguros de los demócratas, parte del cinturón de seguridad frente a los republicanos, pero la irrupción de Donald Trump lo ha convertido en campo de batalla electoral y llevado al terreno de la disputa.
Pensilvania ha votado por los demócratas en las últimas seis elecciones presidenciales estadounidenses y Hillary Clinton, la candidata demócrata, aún cuenta con ventaja a juzgar por las encuestas, que la sitúan con dos puntos y medio por delante de Trump.
Sin embargo, el republicano ha logrado aglutinar el voto rural y de las zonas siderúrgicas y mineras del oeste del estado, alrededor de Pittsburgh, lo que ha permitido acercar las posibilidades de una victoria republicana, hasta hace poco impensable.
El hecho de que Pensilvania sea uno de los estados del este de los Estados Unidos que aporta más votos electorales (20), solo superados por los 29 de Nueva York y Florida, agrega influencia a quien sea el vencedor.
Por ello, no es casualidad que Clinton haya escogido Filadelfia, la mayor ciudad del estado, como escenario hoy de su gran acto de cierre de campaña, en el que estará acompañada por los pesos pesados del partido demócrata como el presidente Barack Obama y la primera dama, Michelle, así como su esposo, el expresidente Bill Clinton.
Durante toda la campaña, ha sido una de las paradas recurrentes de Clinton, consciente de la importancia vital de mantener de azul demócrata al estado en el mapa electoral.
También Trump ha viajado de manera reiterada a Pensilvania, y los recorridos por las carreteras de su interior revelan la pasión que despierta el republicano y la invisibilidad de Clinton.
Sin embargo, al magnate neoyorquino se le resisten los grandes caladeros del estado, Filadelfia, que aglutina casi un millón de votos, y los suburbios que rodean a las grandes ciudades.
Es, precisamente, en uno de ellos, Berwyn, donde envió a su esposa, Melania Trump, el pasado jueves para tratar de suavizar su imagen entre las mujeres blancas urbanas, un segmento demográfico que parece darle la espalda en las encuestas.
Una reciente encuesta de la Quinnipac University cifraba en 20 puntos la ventaja de Clinton sobre Trump entre las mujeres.
Dotty Lisa, una maestra jubilada de 61 años, que caminó 45 minutos junto a una amiga para ver a Melania Trump en Berwyn, a las afueras de Filadelfia, expresó su discrepancia ante esta interpretación aunque reconoció que «es difícil para un republicano ganar Pensilvania, aunque lo espero».
«Los medios están del lado de Clinton. No me creo las encuestas al 100 %, son solo una estimación», señaló Lisa a Efe.
En el mismo acto, Mickie Dibella, de 61 años, sostiene una pancarta en la que se lee «Mujeres por Trump»: «Donald Trump no es un republicano ni un demócrata. Está con la gente. Y eso es lo que queremos», subrayó Dibella.
Precisamente, Trump no se ha cansado de recordar sus años universitarios como estudiante de la Wharton School of Business, perteneciente a la Universidad de Pensilvania en Filadelfia y el hecho de que la mayoría de sus hijos cursaran sus estudios universitarios en el estado.
Durante el fin de semana, el aspirante republicano ha tenido dos actos en Pensilvania, en Hershey (cerca de la capital del estado, Harrisburg) y en Moons Township (a las afueras de Pittsburgh), y para la última jornada de hoy ha colado un nuevo mitin no anticipado para esta tarde en Scranton, en el noreste del estado.
Esta última ciudad tiene una clara simbología política, ya que es donde pasó su infancia el actual vicepresidente demócrata, Joseph Biden, quien también se embarcó en una gira por el estado estos dos últimos días.
En Scranton, Biden lo dijo bien claro: «Creo que en gran medida lo que pase en Pensilvania determinará el futuro de nuestro país».
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