Pablo Contreras Pérez
No cabe duda que es una buena noticia que haya menos pobres en el país. Según la última encuesta Casen dada a conocer este jueves, la pobreza por ingresos cayó del 14,4% al 11,7%. A su vez, la pobreza extrema cayó del 4,5% al 3,5% entre 2013 y 2015.
Asimismo, si uno mira este sondeo desde 2006, el porcentaje de personas que ha salido de esa condición supera los 17 puntos porcentuales. Pese a todo ello, la brecha entre los más ricos y los más pobres prácticamente se ha mantenido igual.
Esto se puede observar en el llamado coeficiente Gini: si éste es cercano a cero, la sociedad es más igualitaria, si es más próximo a 1, es todo lo contrario.
Si bien, entre 2013 y 2015 esta cifra en nuestro país mejoró del 0,504 al 0,495, hace nueve años el 10% más rico ganaba 27,6 más que el 10% más pobre, mientras que el año pasado la cifra fue de 27,2.
El dato es más llamativo aún si tomamos en cuenta que en el promedio Ocde es de 0,32, lo que significa que la distancia que separa a ricos de pobres es de 9,6 veces.
«Esto se traduce en que todos hemos crecido, pero manteniendo la misma proporcionalidad», comenta Alejandro Urzúa, economista y académico de la Universidad Andrés Bello.
Y parte de las causas tienen que ver con las políticas sociales, según Fernando Fuenzalida director de la carrera de Trabajo Social de Universidad San Sebastián.
«El problema está en que la estrategia de los subsidios es realizada en base a transferencias monetarias de corto impacto, con ofertas de empleo precarias y que tienen poco tiempo de duración, así como de intervenciones sociales deficientes en su objetivo de promoción social», opina el académico.
Algo con lo que coincide Víctor Martinez, profesor e investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad del Desarrollo, quien añade que la reducción de la pobreza tiene que ver con políticas focalizadas en la población más vulnerable, «mientras que el Gini responde a características más estructurales, entonces se requieren ciclos económicos de mayor expansión, políticas de largo plazo y no existen esas políticas hasta ahora, tales como mayor capacitación para reducir las brechas de capital humano».
En ese sentido, Urzúa advierte que todo lo que apunte a reducir esta distancia entre ricos y pobres tiene que ir de la mano con no pasar a llevar el modelo que ha ayudado a reducir la pobreza.
«Ahí está el gran desafío que tenemos como sociedad chilena, de cómo hacemos modificaciones estructurales, para generar mayores niveles de equidad, pero sin destruir el modelo económico que nos ha generado la riqueza», asegura el economista.