El fuerte terremoto que devastó varios poblados montañosos del centro de Italia, causó al menos 247 muertos, según un nuevo balance difundido al amanecer del jueves por Protección Civil.
Pasadas más de 24 horas del sismo de 6,2, los equipos de socorro seguían con una carrera sin cuartel contra el reloj en busca de eventuales sobrevivientes atrapados cuando dormían bajo toneladas de escombros.
«Es posible que el número de víctimas crezca», había advertido por la tarde el jefe de gobierno italiano, Mateo Renzi, quien recorrió la zona afectada en las horas de la tarde y prometió ayuda para las familias damnificadas.
Según fuentes de prensa al menos cien personas siguen sin aparecer y probablemente han quedado sepultadas vivas y unas 2.000 resultan damnificadas.
Entre las víctimas figuran muchos niños, así como una familia entera, padre, madre y dos hijos, que por horas los socorristas intentaron salvar.
Decenas de bomberos, policías y voluntarios trabajan desde hace horas sin descanso en las pequeñas localidades de Amatrice y Accumoli, en la región del Lacio, y Arquata del Tronto, en la región de Marcas.
Las tres lucian arrasadas y transformadas en montañas de escombros donde sólamente sobresalian algunas pocas construcciones aún en pie.
El terremoto, que se sintió en Roma y Venecia, despertó a la población a las 03H30 locales (01H30 GMT) y desde entonces se han registrado cerca de 200 réplicas.
El epicentro fue localizado cerca de Norcia, una ciudad de la región de Umbría, a unos 150 km de Roma, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).
Los heridos más graves fueron evacuados a la capital de la provincia, Rieti, así como a hospitales de Roma y Florencia en helicópteros.
Las autoridades decidieron movilizar al ejército para las labores de rescate, que resultan particularmente complicadas debido a que se trata de pequeñas localidades de montaña y para garantizar la seguridad de la población por la temida llegada de ladrones.
Durante toda la jornada residentes y voluntarios excavaron entre nubes de polvo e inclusive con las propias manos las montañas de piedras y pedazos de edificios y casas reventadas por el movimiento telúrico.
Perros expertos en rastrear personas y los teléfonos móviles han servido para ubicar personas entre los escombros.
Los habitantes de las localidades más afectadas se preparaban a pasar su primera noche a la intemperie, mientras las autoridades disponían los cuerpos en parques y jardines cubiertos por mantas y sábanas improvisadas.
Polvo, silencio y solidaridad
«Mi hermana está bajo los escombros. No da señal de vida. Se oyen sólo los gatos», lamentaba angustiado Guido Bordo, de 69 años, en declaraciones a la AFP, mientras esperaba en Accumoli noticias sobre sus familiares.
Los operadores piden continuamente silencio para poder escuchar los lamentos, gritos y señales, para luego poder ponerse a escarbar y hurgar.
«Me salvé de milagro. Diez segundos fueron suficientes para destruir todo», contó Marco, habitante de Amatrice, al diario La Repubblica.
El alcalde del pueblo de Accumoli, Sergio Pirozzi, contó que la pequeña urbe, situada a 40 km del epicentro, quedó completamente destruida.
«Tres cuartos del pueblo ya no existen», se lamentó conmovido al comprobar que tanto edificaciones históricas en piedra como las nuevas en cemento se derrumbaron.
Entre las víctimas figura una niña de 18 meses y una bebé de nueve meses, cuya madre se salvó del terrible terremoto de L’Acquila del 2009 que dejó un saldo de 300 muertos.
Numerosos turistas se encontraban en la región para participar en las fiestas que cada año Amatrice organiza con ocasión de la creación de una célebre receta de espaghetti.
«Los hoteles estaban todos llenos», explicó el alcalde.
El papa Francisco interrumpió su tradicional audiencia de los miércoles para manifestar su dolor y cercanía por las víctimas y dijo que quedó «perturbado» por la noticia.
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