La tradición de la Grecia antigua imponía un cese a las hostilidades durante los Juegos Olímpicos. Muchos creyeron que Brasil sería fiel a la tradición y congelaría sus pugnas políticas durante loa realización de Río 2016. Craso error. Mientras el mundo mira encantado el desempeño de los mejores atletas los senadores brasileños aceleran el proceso contra la presidenta Dilma Rousseff. La semana pasada, el 10 de agosto, los senadores votaron por 59 votos contra 21 para impugnar a la suspendida mandataria. El domingo 21 terminan los XXXI Juegos Olímpicos. Ya el jueves 25 se abriría la fase final de la acusación política que pocos dudan será aprobada por amplia mayoría. Los debates pueden tomar unos pocos días tras lo cual Rousseff, dos años y medio antes de concluir su mandato, será removida en forma definitiva. Si todo marcha según lo previsto asumirá el actual Presidente interino Michel Temer. Así llegarían a su fin 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).
En su defensa Rousseff repite que 81 senadores no pueden desconocer la voluntad de 54 millones brasileños que le dieron su voto. A su juicio eso es un golpe de Estado destinado a imponer un gobierno absolutamente minoritario como el encabezado por Temer. Ella se declara inocente del crimen de responsabilidad que se le imputa en la llamada “pedaleada fiscal”, a través de créditos que no fueron aprobados por el Parlamento. En estas operaciones contables ilegales se movieron unos 23 mil millones de dólares. La Presidenta acusa a sus impugnadores apuntando a Eduardo Cunha que inició el proceso en su contra señalando “que ha recibido sobornos y que tiene cuentas ilegales en el exterior”. La mandataria recordó asimismo que dos tercios de los parlamentarios que la acusan tienen juicios por una amplia variedad de escándalos.
Más allá de las denuncias y las protestas, Rousseff parece resignada a su remoción. Por ello viene de señalar que la única salida democrática para el país es convocar a nuevas elecciones. Su última carta es exigir un pronunciamiento popular al cual está dispuesta a someterse “porque sólo el pueblo puede hacerlo, sólo el pueblo con elecciones”. La posibilidad que el llamado sea escuchado por la oposición es inexistente pues ya tiene en sus manos las riendas del país. Temer quiere que la remoción ocurra antes de fines de agosto. Ello para viajar a China a la reunión del G-20 en los primeros días de septiembre como presidente confirmado y así ganar legitimidad. Las heridas abiertas por la interrupción del gobierno, en el medio de una severa crisis económica, augura un futuro nada olímpico para un Brasil que gravita en toda América Latina.
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