«La jubilación de las mujeres a los 60 años es una galantería que cuesta caro». La frase no la digo yo, la dijo en un seminario internacional el presidente de la Asociación de AFPs, Rodrigo Pérez.
Creo que esa frase resume en forma perfecta lo que son las AFPs en el sistema de pensiones chileno.
Muestra primero que la pensión y para qué decir una pensión digna, no es contemplada como un derecho de las personas que han trabajado durante toda su vida. Segundo, minimiza la brecha de género en las pensiones, se asume como una «gracia» del sistema, como una anécdota, se utiliza un término además que sugiere diferencia de estátus entre hombres y mujeres, es «un favor». Y tercero, se habla del costo. Del dinero que significa mejorar las pensiones. Como si el costo de apuntalar la pensión de miles de chilenos no existiera para el Estado.
La cifra espanta. El 95% de los chilenos gana menos de 159 mil pesos de pensión. ¿Y cuando se alude a cambios se habla de «galantería»? ¿Y se insiste en el «exitoso» sistema chileno?
Es más, en la misma entrevista el presidente de la Asociación de AFPs señala que el gran problema hoy es la brecha de expectativas entre lo que la gente espera de su pensión y lo que realmente recibe… y añade que hay un problema de información y hay que mejorar ese canal. ¿Es en serio? ¿El problema es sólo de expectativas y realidad?
Vamos a los hechos. En Chile tenemos un sistema de capitalización individual. Esto consiste en que cada uno, de acuerdo a su trabajo, ahorra en solitario para jubilarse. El problema es que en Chile tenemos salarios demasiados bajos (el 50% de los chilenos gana hasta 305 mil pesos líquidos y el 70% hasta 426 mil pesos).
Además tenemos un trabajo precario. Es en un porcentaje amplio informal, esporádico e independiente. Menos del 15% de los trabajadores tiene contrato indefinido en el lugar en que trabaja. Si vamos a las mujeres, todas estas cifras se extreman, porque ganamos menos que los hombres y nuestras lagunas son mucho mayores por la crianza de los hijos. No hay que tener un posgrado en economía para darse cuenta que en estas condiciones aunque trabajemos hasta los 150 años, la plata ahorrada para jubilar difícilmente alcance un sueldo digno.
El problema es mucho más profundo y delicado. Tiene que ver con un sistema que no es compatible con el funcionamiento de Chile. No es que falte información, no es la galantería para las mujeres; es que se trata de una fórmula que se toma como una «unidad de negocios» y no como el derecho social de las personas a vivir la tercera y cuarta etapa de su vida.
No traten de engañarnos desde las AFPs, esto no es responsabilidad de nosotros -los cotizantes- porque no imponemos o porque no nos informamos. Aquí se impuso un sistema en dictadura, que se publicitó como la mejor opción y con resultados que no fueron tales. No hubo posibilidad de elegir. Sólo un sector quedó fuera y continúa bajo el sistema de reparto, curiosamente, las Fuerzas Armadas.
Entonces discutamos en serio. Una AFP estatal no sólo no soluciona nada, sino que legitima un sistema. Y segundo, hablémoslo a nivel político, sin el sesgo de las propias aseguradoras que velan por su negocio y no por los afiliados. Es tanto el descaro, que ya dice el presidente de la asociación de AFPs que sería una competencia desleal de la AFP estatal de llamarse así. Agrega además que tiene que entrar a competir como cualquiera otra, porque sino puede «desbalancear» el sistema. ¿Me pregunto si esa no es exactamente la idea de una AFP estatal?
Podríamos responderle, digo yo, al presidente de esta organización empresarial que todo esto podría no ser una «galantería» con su sistema.
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