Ayer se celebró en todo el orbe el Día Mundial de la Felicidad. A juicio de expertos, es difícil definir si una persona o un grupo social son completamente felices o no, ya que son muchos los factores que influyen en ello. No obstante, la habitabilidad del entorno en el que se reside probablemente tiene un rol, de acuerdo a especialistas en urbanismo.
Por ello, es importante definir cuáles son los factores que influyen en que una ciudad reúna las condiciones para que sus habitantes sean felices. En este plano, expertos urbanistas entregan sus claves.
El past president del Colegio de Arquitectos de Chile, Sebastián Gray, señala que la calidad de una ciudad “se mide por el acceso a lo gratis. Es decir, el acceso a un espacio público en abundancia, con buena mantención, y el acceso al transporte público y al paisaje, que no es sólo el entorno natural sino también el urbano”.
Otro aspecto importante que destaca el profesional para tener ciudades más felices tiene que ver con la integración social. “La sociedad debe aprender a convivir con su propia diversidad, lo que en Santiago está muy poco presente”, aclara el experto urbano, aunque señala que “hay mayor potencial para cambiar esto en ciudades más pequeñas que en Santiago, como Concepción, La Serena o Valparaíso”.
Gray apunta que falta coordinación a nivel de municipios, porque “no hay una única mirada sobre el total de la ciudad, aunque las ciudades más chicas tienen más clara su identidad, como Valparaíso que tiene un enorme valor e identidad patrimonial”. Y concluye que los chilenos serán más felices “en la medida que los involucren en las tomas de decisiones del desarrollo urbano”.
Desde otra mirada, el decano de la facultad de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo (UDD), Pablo Allard, señala los factores que atentan contra la felicidad y “las tensiones crónicas que los ciudadanos viven día a día, que tienen que ver con tiempos de viaje, con la sensación de inseguridad y con la carencia de espacios de encuentro de las comunidades”.
El académico agrega que en la tarea de hacer una ciudad más querible influyen factores como el transporte, la educación, la igualdad de oportunidades, y también “una ciudad que pueda garantizar la calidad de los espacios públicos donde la ciudadanía tenga puntos de encuentro y no sienta miedo del otro”.
Allard señala que hay una diferencia tremenda entre lo que ocurre en Santiago y las otras ciudades, ya que si bien la capital tiene muy buena oferta de espacios públicos de calidad, “sólo son accesibles para algunos. En caso de regiones, aún falta mayor desarrollo de infraestructura”.
Sin embargo, reconoce que el denominador común más positivo en todas nuestras ciudades es el paisaje. “Tenemos un entorno natural y geográfico único, que permite que cada ciudad dé la posibilidad a sus habitantes de participar de forma muy positiva de ambientes naturales privilegiados, desde nuestro Norte Grande hasta la Patagonia”.
Pero no sólo el espacio público es relevante: también lo es el espacio privado, la casa. Y en ese sentido, el desarrollo de políticas públicas de viviendas sociales incide de manera importante en la felicidad. Un tema relevante en el que la directora de la Fundación Urbanismo Social, Pilar Goycoolea, enfatiza que “lo que te hace más feliz en un barrio es sentirse parte de una comunidad”.
La fundación desarrolla hace años proyectos con Elemental, la oficina de arquitectos cuyo director es Alejandro Aravena, actual premio Pritzker, el “Nobel” de la arquitectura. La profesional considera que es importante destacar que cuando los barrios “tienen un buen estándar de calidad, con buen diseño, arquitectura y construcción, se genera un capital social muy importante, en el que las personas buscan hacer comunidad y vincularse con su entorno. Lo respetan, lo valoran y lo cuidan, y eso las hace más felices”.
A su juicio, son tres los valores fundamentales que deben ser considerados en el desarrollo de buenas viviendas sociales: identidad, autonomía e integración. “Estos conceptos influyen en que un vecino se sienta feliz donde vive, en una escala de barrio, sobre todo en sectores más vulnerables, en la relación que tienen con sus vecinos y cómo generan comunidad”, asevera.