Siguiendo una tendencia al alza, unos 27, 3 millones de hispanos podrán votar el 8 de noviembre para elegir al sustituto de Barack Obama en la Casa Blanca, según el Instituto Pew. Con un récord de 11, 9% del total de votantes, los latinos casi se equiparan en tamaño con el electorado negro.
Aunque ese potencial pareciera prometer un mayor impacto del voto latino en la elección presidencial en 2016, la población latina padece un continuo alejamiento del proceso político.
Entre 2000 y 2012, se incorporaron 10 millones de nuevos electores hispanos, pero el número de quienes fueron a las urnas creció solo la mitad. Incluso con la reforma migratoria en juego en 2008 y 2012, solo la mitad fue a votar, comparado con dos tercios entre blancos no hispanos y negros.
Un electorado predominantemente joven -en todos los espectros son los menos movilizados en las elecciones-, que vive principalmente en estados que no serán relevantes en los comicios estadounidenses de 2016, son algunas de las explicaciones.
Aun así, se espera que los «latinos serán fuertemente cortejados» en Florida, Nevada y Colorado, estados «violeta» -mezcla del azul de los demócratas y el rojo de los republicanos-, donde representan el 14% del electorado, dijo a la AFP Juan Carlos Huerta, profesor de ciencias políticas de la Universidad Texas A&M Corpus Christie.
– «¿Eclipse latino?» –
Entra en escena el virulento discurso en la campaña sobre un tema muy sensible para los latinos: la suerte de los 11 millones de indocumentados y el disfuncional sistema migratorio.
Los llamados desde el partido Republicano a construir muros fronterizos, deportaciones y referencias a «recuperar nuestro país» parecen chocar con el relato de cenicienta que acompañó a los latinos en los últimos cinco lustros: a la explosión poblacional -de 35 millones a 57 millones- le seguirían los triunfos políticos.
«La campaña de 2016 muestra cuán visceralmente la paranoia de la mayoría puede apuntar contra quienes ganan terreno», escribió Roberto Suro, profesor de Comunicación en la Universidad del Sur de California, en una columna en el New York Times. «En vez de un momento de triunfo, éste podría ser el año del eclipse latino».
Curiosamente, los latinos de mayor estatura en la contienda electoral son republicanos conservadores de línea dura en política migratoria: los senadores de origen cubano Ted Cruz y Marco Rubio.
Según Suro, ambos «desafían lo que significa ser un líder latino» al subrayar la narrativa del «sueño americano» que es el pasado y ganas de futuro de millones de latinos en Estados Unidos, y apuntar a que el empleo y la economía sean más importantes que la inmigración. «Han complicado las opciones para los latinos», apuntó.
Pero sus opciones no están clara fuera de Florida, feudo de la inmigración cubana, o como responderá la población origen mexicana, grueso de los 57 millones de hispanos que viven en Estados Unidos.
Pero nadie ha sido tan virulento como el millonario Donald Trump, el sorpresivo puntero de la campaña republicana.
Inició su candidatura con un explosivo mensaje, cuando afirmó que la mayoría de los inmigrantes indocumentados mexicanos estaba conformada por «violadores» y narcotraficantes, a los que prometió deportar junto a su idea de construir un gigantesco muro en la frontera entre Estados Unidos y México.
En respuesta, un sondeo realizado en noviembre por Latino Decisions ubicó el rechazo de los latinos a Trump en un 71%. En 40%, Cruz y Rubio no están mucho mejor.
– Reforma migratoria –
La oposición a la reforma migratoria entre los aspirantes republicanos, aunque rechazada por la mayoría, es aplaudida por los electores más a la derecha del espectro político, corazón de las primarias que arrancan el 1 de febrero en Iowa (centro).
En el ambiente flotan los errores de 2012, cuando la oposición frontal de Mitt Romney a la reforma migratoria provocó una fuga del voto latino hacia Obama, proponente de las regularizaciones.
Ahora en 2016, cuando los republicanos necesitan al menos 47% de los votos latinos para llegar a la Casa Blanca, la popularidad del partido está por el suelo. Más de 80% de los hispanos lo considera indiferente u hostil hacia ellos, según el sondeo de Latino Decisions.
Queda por ver si ese marco de adversidad será el motor que movilice a los latinos estadounidenses.
«Existe el potencial que una campaña que sea vista como anti-latino pudiera movilizar a los latinos a participar y demostrar poder e influencia», dijo Huerta.
«Si no, habrá que preguntarse si los analistas políticos han asignado a la inmigración un rol demasiado grande en la psique de los hispanos», señaló Suro.
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