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Columna de Rodrigo Severín: El suicida tiene la iniciativa (I)

               Viendo cine bajo las estrellas apreciaba el adelanto de la película “Sacrificio de Peón”, mal traducida como “La jugada maestra”. Quizá sería por razones comerciales. También acaso elegido -por este tipo de razones- el protagonista, Tobey Maquire, para interpretar al más polémico y mejor jugador de ajedrez de todos los tiempos, Bobby Fisher, según mi opinión. Estados Unidos desafiaba a Rusia en el tablero (1972) en “El match del siglo”.

                 La película tiene problemas de dirección, montaje, música y casting. El guión, merece comentario aparte. Parece que el director y o los productores, a fuer de capitales, hubiesen intentado idealizar y forzar la estética para poner la cinta a la altura de una historia espectacular.
               
                  A veces se introducen los giros de la trama con secuencias de montaje afectadas por una música setentera, majaderamente estridente, impresionando como un recurso fatuo, al compás de un popurrí de imágenes de registro documental. Se podría haber logrado la fluidez del “montaje invisible” (Pudovkin, Griffith) con recursos tan simples como un mero corte. Marea. Shreiber hace un muy buen papel, pero es más alto que Spassky; Maquire, más pequeño que Fischer. Dramatismo exacerbado. En la realidad debe ser todo lo contrario. Maquire hace un buen trabajo en general, no obstante remeda gestos (muy bien), más que hacer una interpretación del gran ajedrecista. Su voz pituda (“gallitos”) le traiciona en escenas de vehemencia. Su rejuvenecida y apolínea imagen tampoco se condice con el tipo físico de Fischer. Y no funciona necesariamente. Ergo, no funciona.

                   La historia, el guión, son conocidos. Pero esta película está inspirada -evidentemente- en documentales como “La guerra del ajedrez” o  “Bobby Fisher contra el mundo”. Muchos de los planos son literalmente copiados del “footage” que recogen éstos. La película se queda atrapada en su fijación por distanciarse de aquellos mas sólo logrando lo contrario, amparándose vanamente en su registro de ficción.
                   Pues bien, esta breve reseña tiene por objeto ilustrar “in situ”, por decirlo de una manera artificiosa y enrevesada, la idea fundamental de la “iniciativa” –técnicamente hablando- en tanto concepto estratégico durante la batalla. Se podría extender a todo deporte de bandos. Por ejemplo en el fútbol podría equivaler al grado de posesión del balón. También sería extensible a todo acto intencional…

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                   Si no se es muy hábil, el ejercicio de la iniciativa puede jugar catastróficamente en contra, y si no, que me lo contradigan la “galantería” de los personajes de Woody Allen en la lides románticas (“premio Strindberg” como dirá ése de Manhattan). Imitar otras formas de ejercitar la iniciativa pueden llevarte al despeñadero, porque desafían el natural ejercicio de la identidad.

                    Pero no pretendo machacar la película. Vale la pena verla, aunque sea para enterase de una historia recursivamente ajedrecística en el contexto de la guerra fría durante los años 70. Entretiene.

                     Se me viene a la cabeza el ataque que inició Putin el 25 de septiembre pasado (un día después de su discurso en las Naciones Unidas) contra el Estado Islámico, y sin avisarle a los países de la OTAN, liderados por Estados Unidos. Estados Unidos, en dos años, no había logrado lo que Putin en un día. Ja.

(Continuará).

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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