En menos de una semana, Colo Colo golpeó el mercado y sumó cuatro refuerzos para el 2020: un arquero de experiencia como Miguel Pinto para meterle presión al joven Brayan Cortés; un volante de contención incansable como César Fuentes para equilibrar un equipo que muchas veces se ha visto descompensado; un «10» ídolo como Matías Fernández para amortizar emocionalmente a los hinchas tras la partida de Jorge Valdivia; y un mediocampista ofensivo hábil como Leonardo Valencia para desnivelar en los metros finales. Y todo al gratín.
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Marcelo Espina no ha tocado ni un dólar de los tres millones que le entregó Blanco y Negro para fichar en este mercado, guardándolos para el puntero ¿Edson Puch? y para el centrodelantero ¿Tobías Figueroa? que tanto le urge a Mario Salas, considerando que Esteban Paredes está quemando sus últimos cartuchos. El talento y los goles sí se pagan, y mejor romper el chanchito para esas posiciones estratégicas.
El Cabezón le está metiendo cabeza a su rol y, luego de algunos errores iniciales propios de una función sumamente expuesta, está haciendo bien la pega por la cual será juzgado: el armado del plantel. El Calamar es clever, lo demostró en la cancha y como comentarista -como DT no pudo-, y de a poco empieza a ratificarlo como director deportivo.
Si ByN deja de lado definitivamente sus peleas internas, lo respalda en las malas y lo mantiene en su puesto más allá de los cambios de presidente, el argentino tiene futuro en un cargo donde un compatriota suyo ha hecho carrera en nuestro país. Sin lugar a dudas, José María Buljubasich es el modelo a seguir.
El Tati también se mandó varios condoros en sus inicios, pero Cruzados lo sostuvo y los resultados están a la vista. Sin embargo, después de «pasearse» durante un buen tiempo como el capo en este oficio, parece que al ex portero le salió competencia en el camino.
De hecho, el paso de Fuentes de la UC al Cacique sin costo dolió en San Carlos de Apoquindo. Y está por verse qué pasará con Puch.