Estilo de Vida

Estaba desesperada, deprimida y odiaba unos implantes mamarios que se había puesto hace años y decidió sacárselos “operándose” en su propia casa

Una mujer del Reino Unido no pudo más con sus implantes mamarios copa F y en una acción desesperada decidió “operarse” en su propia casa para liberarse del calvario.

Tonia Rossington decidió el año 2004 someterse a una cirugía de aumento de busto luego de tener a sus tres hijos, señala Mirror.

La mujer de 49 años cuenta que sus pechos quedaron “caídos y desinflados” y que estaban de moda “las tetas grandes” por lo que decidió someterse a la cirugía, con lo que pasó de una copa 36B a una 36F y reconoce que ella creía que “eran geniales”.

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Luego de unos años Tonia comenzó a perder peso y se dio cuenta de que sus pechos se veían ridículos y pensaba que tenía “que tener esto por el resto de mi vida”.

De ahí en más comenzó a usar blusas con el cuello alto y sujetadores muy ajustados, con los que trababa de aplastar sus pechos y asegura que todo le comenzó afectar “mental y físicamente”.

Tonia no tenía el dinero suficiente (unos $ 2.5 millones según el medio británico) para sacarse los implantes, y cada vez que juntaba algo de plata surgía un imprevisto que la obligaba a gastarlo, por lo que hace dos años comenzó con la idea de extirparlos ella misma.

La mujer visitó a su médico y le dijo que estaba sufriendo “depresión y ansiedad“ debido a sus implantes, pero este le respondió que en el sistema público sólo se podía operar si estos se “rompían o causaban un dolor intenso”.

Esto no la detuvo, ya que estaba decidida a sacarlos, por lo que comenzó a buscar en Google y encontró un solo caso documentado. “Había una mujer que había intentado en EEUU, pero sólo sacó uno antes de desmayarse”, señaló.

Finalmente decidió que ella iba a realizar la “cirugía”. Compró una botella de desinfectante, guantes quirúrgicos y un bisturí, pero pasó despierta toda una noche cuestionándose lo que haría e incluso se planteó si tenía algún problema mental.

En la tarde, Tonia fue al refrigerador, sacó una cubetera, la vació en una bolsa y subió al segundo piso.

Se puso frente al espejo y colocó el hielo casi directamente en la cicatriz que le había quedado tras el aumento mamario.

Cuando ya no podía soportar mantener el hielo en la zona, tomó el bisturí y cortó un poco y no sintió ningún tipo de dolor.

“¿Realmente estoy haciendo esto?”, se preguntaba la mujer mientras seguía con el procedimiento mirándose al espejo. En un momento comenzó a salir líquido y se dio cuenta que había roto el implante. Cuando pudo ver el implante a través de la incisión, Tonia dijo que había empezado a “correr la adrenalina”, que lo tomó y logró sacarlo por completo.

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Luego “respiró profundamente” y repitió lo mismo en el pecho izquierdo. Se puso gasas, se las afirmó con un sujetador y manejó camino al hospital más cercano.

Cuando llegó al centro asistencial le entregó una nota al encargado señalando lo que había hecho y los funcionarios no podían creerlo.

La limpiaron con solución salina, le cambiaron los vendajes, la dieron de alta a la una de la madrugada y le dijeron que las heridas sanarían. Luego se sometió a un escáner que mostró que no había silicona dentro de su cuerpo”.

«No me avergüenzo de lo que he hecho. Nunca volvería a tener implantes, fue el peor error que cometí”, asegura, antes de hacer un llamado a las mujeres para que no se pongan “tetas”, ya que “se arrepentirán”.

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“Seré sincera, no se ven bonitas, hay mucha piel flácida, pero se han ido y me encanta”, finalizó.

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