Juan Ignacio Gardella Berra
@jigardella
“Pucha, ¿por qué no repiten la jugada en el marcador?”, pregunta una señora con cara de ABC1 en la Galería Sur del Nacional, luego de una acción polémica en el duelo inaugural de la Copa América entre Chile y Ecuador. Cualquiera que frecuenta los estadios durante los fines de semana sabe que las maniobras que ocurren dentro de la cancha no pueden reiterarse ahí mismo, para evitar que los protagonistas se vean condicionados, pero la mujer con suerte ve fútbol por televisión. Fue el jueves pasado a Ñuñoa tal como al día siguiente pudo haber ido al cine o al Teatro Municipal.
Esa “hincha” refleja fielmente al tan criticado espectador de la Selección, que, como no asiste habitualmente a los recintos deportivos, no conoce la dinámica. A ella apunta Claudio Bravo cuando acusa “poco aliento” por parte de la Marea Roja, como también a ese señor que quiere ver todo el partido cómodamente sentado. Siento en mi hombro una mano que luego, con un gesto, me pide que me siente. No ha transcurrido ni siquiera un minuto desde que Arturo Vidal igualó el marcador ante México y, en plena celebración, ya lo estoy tapando. Déjeme festejar tranquilo.
Si no es por un huaso entrado en kilos que tiene el vozarrón necesario para que su “ceacheí” sea escuchado por una buena masa de gente, los gritos son aislados. Como no hay bombo, no hay organización. El público sólo alienta después de un gol o cuando el capitán de la Roja hace varios ademanes para que la tribuna se haga sentir.
La “hinchada” parece de otro país. El “puto” que se oye tras la pegada del arquero es más mexicano que chileno, como también la ola, masificada por los “charros” en el Mundial que organizaron en 1986. Si aparece un azteca con el llamativo gorro típico, se saca no menos de 50 fotos con “fanáticos” criollos, quienes las suben a Facebook, Twitter o Instagram, porque es “bacán”, “cool”, “taquilla”, “caballo” o “el descueve” ir a ver al Equipo de Todos.
Y si los de Jorge Sampaoli no ganan, como ocurrió frente a los norteamericanos, no duelen tanto los dos puntos perdidos como el hecho de que no habrá “carrete” de celebración para los jóvenes que hicieron “pre” y llegaron curados al Julio Martínez Prádanos. Entonces, hay que irse a acostar y prepararse para el viernes, cuando se suba el telón y el árbitro pite el inicio de una nueva obra de teatro contra los bolivianos. Silencio señores.
GRAF/JIGB