En la final del Mundial de Rusia 2018 en Moscú el pasado domingo, además de los jugadores de Francia y Croacia que se batían en la cancha, el protagonismo por unos segundos fue para los cuatro integrantes de del grupo punk Pussy Riot, que irrumpieron en el campo de juego disfrazados de policías.
Para unos fue una hazaña, para otros una molesta interrupción del partido.
Los cuatro manifestantes recibieron una pena de 15 días en prisión y se les prohibió asistir a cualquier evento deportivo durante tres años.
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En una entrevista con Olesya Gerasimenko del servicio ruso de la BBC, Pyotr Verzilov, mánager del grupo y uno de los que saltó a la cancha, explicó lo fácil que fue comprar los boletos y los uniformes y saltarse las medidas de seguridad.