En el año 1998, Mónica Lewinsky se convirtió en una de las personas más famosas del mundo. Traumáticamente famosa, para ser justos.
Fue cuando se supo que la joven, que dos años antes había trabajado como becaria en la Casa Blanca, había tenido una relación íntima con el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
El escándalo estuvo a punto de dar al traste con el gobierno del mandatario demócrata, quien fue sometido a un duro proceso de impeachment en el Congreso que, aunque no derivó en su destitución, marcó su legado.
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Después de haber negado inicialmente que hubieran mantenido relaciones sexuales, Clinton reconoció haber tenido un "contacto físico íntimo inapropiado" con la exbecaria, lo que dio pie a sus rivales republicanos en el Congreso para tratar de sacarlo del poder.
Durante casi dos años, la agenda informativa de los medios en Estados Unidos y en muchas partes del mundo estuvo copada con noticias del llamado "caso Lewinsky".
Lo ocurrido tuvo también importantes consecuencias para ella.
"Fui diagnosticada hace varios años con síndrome de estrés post-traumático, fundamentalmente por el sufrimiento de haber sido entonces públicamente excluida y aislada. El recorrido de mi trauma ha sido largo, arduo, doloroso y costos. Y no ha terminado", reveló Lewinsky, quien ahora tiene 44 años, en un artículo publicado en la revista Vanity Fair.