Cada 2 de febrero, miles de fieles católicos se dan cita para celebrar la fiesta de la Virgen de la Candelaria en Misión de Rahue, una pequeña localidad rural a ocho kilómetros de Osorno.
La de este viernes, sin embargo, es una fiesta especial.
Cuando a las 12 del día se escucha por los altoparlantes que Juan Barros oficiará la misa, a simple vista se puede ver cómo decenas de personas abandonan el lugar, incómodos por la presencia del Juan Barros, el obispo de Osorno.
"Él está haciendo un daño… Barros debería irse, no debería estar ahí. Ese hombre anda como huyendo, ese hombre no es feliz... ¿Qué está haciendo?… Anda arrancando, anda asustado", comenta Luisa Molina, asistente a la celebración.
Osorno tiene 160.000 habitantes y se ubica a 930 kilómetros al sur de Santiago.
Es una ciudad tranquila, que desde hace tres años se ha visto revolucionada con la presencia del polémico obispo, investigado por el Vaticano por su relación con los delitos sexuales enmarcados en el caso Karadima, como está detallado en la carta enviada al papa Francisco, por Juan Carlos Cruz, una de las víctimas.
En la carta, a la que tuvo acceso la BBC, se detallan los abusos sexuales que sufrieron menores por parte de Fernando Karadima, un sacerdote acusado por la justicia eclesiástica por estos hechos, aunque su caso proscribió en la justicia ordinaria.