En la segunda vuelta electoral que definirá al presidente para el período 2016-2021 miden fuerzas, principalmente, estas dos opciones. La primera, debidamente representada por Keiko Fujimori, hija dilecta de Alberto Fujimori, el presidente que con mano dura gobernó el país de 1990 al 2000; y la segunda con el opositor de turno, Pedro Pablo Kuczynski, un economista de larga trayectoria que encajaría en lo que en la región se considera un tecnócrata liberal.
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¿Qué ofrecen una y otro? Keiko, evidentemente, más fujimorismo, del bueno y del malo: un populismo de derecha de raíz autoritaria, mano dura contra la delincuencia (la seguridad es percibida como el principal problema del país), fuerte inversión pública y una apuesta vigorosa por el futuro (ella tiene 41 años, Kuczynski 77). Pero en esta campaña no se han olvidado las sombras del pasado. Si bien en el gobierno de su padre el Perú logró salir de la hiperinflación de fines de los 80 con reformas severas que reorientaron su economía y de la amenaza demencial del terrorismo de Sendero Luminoso, cierto es también que vulneró la institucionalidad democrática al copar todas las instituciones de poder y querer reelegirse dos y tres veces.
Su gobierno acabó hundido entre denuncias de violaciones de derechos humanos y una escalofriante corrupción, crudamente registrada en videos por su asesor Vladimiro Montesinos. Fujimori acabó huyendo a buscar refugio en Japón y hoy tanto él como Montesinos -los hombres más poderosos del Perú en su momento- cumplen penas de 25 años de prisión. Keiko representa -para espanto de unos y añoranzas de otros- el regreso a los noventa.
Kuczynski, ante tal contendiente, ha terminado como el abanderado del respeto a la institucionalidad democrática y las libertades en el país. También ofrece un manejo profesional de los problemas económicos y sociales, con un equipo técnico de gente muy bien preparada en temas como crecimiento del PIB e inclusión social, seguridad y educación.
En el lado negativo, resulta tan lejano para el peruano promedio como su propio apellido, que ha tratado de disimularse en esta campaña con una suerte de acrónimo que juega con sus iniciales y da nombre a su partido con una travesura ortográfica: PPK, de Pedro Pablo Kuczynski y Peruanos Por el Kambio. Desde el fujimorismo, en esta segunda vuelta, le han colgado el cartelito de lobbista internacional, identificado con las grandes empresas internacionales en perjuicio del pueblo peruano.
En la primera vuelta de abril, Keiko obtuvo el 39% de los votos válidos y PPK el 22%. Semejante distancia sólo ha podido ser cubierta por un renacido antifujimorismo, que los llegó a colocar en empate técnico para las elecciones de este 5 de junio.
En las últimas encuestas difundidas, sin embargo, Keiko ha vuelto a alejarse 4 puntos porcentuales.
El gran debate político de los peruanos desde 1990 se reactualiza este domingo y nos tiene a todos estresados, polarizados, murmurando odios contra el vecino o el familiar que vota diferente. Ya se imaginarán los incendios en redes sociales… ¿Fujimorista o antifujimorista? Decidirán las urnas. Un viejo dicho local proclama que el Perú es más grande que sus problemas.
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