En un artículo bajo este mismo título, el periodista Nicolás Copano critica la visión mayoritariamente pro-palestina que desde Chile se tiene del conflicto de Medio Oriente. Para esto intenta desacreditar al movimiento Hamas y llega a calificar de nazis o “islamofacistas” a quienes critican a Israel.
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También se dirige a la tercera generación de hijos de inmigrantes (se supone que chilenos descendientes de palestinos), para que no piensen que la solución es el Estado Islámico.
Por último, cita a un amigo judío que le regaló un trozo de misil que cayó cerca de su casa y a otro personaje, que le dijo que las víctimas son los dos pueblos.
Sus afirmaciones nos merecen los siguientes comentarios:
Primero, para calibrar la independencia de sus dichos, hay que recordar que el periodista fue invitado por la Comunidad Judía de Chile, ya que esto no se menciona en el artículo. Para calibrar la exactitud de sus afirmaciones, baste señalar que alude a un conflicto de 2.000 años de duración.
Por otra parte, cuando un periodista aborda un tema tan delicado (porque esto no es farándula), lo menos que puede hacer es informarse. Si lo hubiera hecho, sabría que desde 1948 (bastante menos que 2.000 años) Palestina es víctima de una ocupación militar, usurpación territorial y limpieza étnica, las únicas que subsisten hasta hoy en el mundo, debido a las cuales existen 7 millones de refugiados, a los que Israel no les permite volver a su tierra, y sabría también que la historia enseña que cada vez que hay ocupación militar surge la resistencia, en este caso encarnada en Hamas. Con todas las falencias que este movimiento pueda presentar, su resistencia a la ocupación está legitimada por el derecho internacional, cosa que Israel no puede exhibir respecto de su ocupación, colonización y apartheid, conductas absolutamente reñidas con el derecho.
Respecto de los restos de un misil (artesanal) que le fuera regalado, debería decirle a su amigo que fue bastante afortunado, puesto que los miles de civiles palestinos masacrados por Israel en Gaza simplemente murieron destrozados por los misiles israelíes (misiles de verdad, de última generación y, tal vez, bastante más letales que los cuchillos), y quienes lograron sobrevivir sólo pudieron contemplar los cadáveres de sus familiares y las ruinas de sus viviendas.
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No necesita decirnos a los hijos de palestinos que la solución no es el Estado Islámico. Y el periodista debería saberlo, puesto que se supone que vive en Chile. Jamás hemos dado pie para que alguien se atreva a calificarnos como simpatizantes del nazismo o el “islamofacismo”. Nunca hemos sido partidarios del Estado Islámico y condenamos su actuación; además, su existencia sirve de pretexto a Israel para tratar de asimilarlo a la resistencia palestina, en circunstancias que nadie conoce cuál es el verdadero propósito del Estado Islámico (sólo sabemos que nunca ha atacado a Israel); en cambio, la resistencia palestina sólo pretende la liberación de su tierra.
Por último: ¡no, señor Copano!, ¡no hay dos víctimas! No se puede equiparar a la potencia ocupante, una potencia nuclear que cuenta con todo el poder para poner fin a esta situación, para lo cual debería allanarse a acatar alguna vez el derecho internacional, con el pueblo ocupado, totalmente inerme frente a la maquinaria de ocupación y destrucción israelí.
Si en su artículo están realmente plasmadas todas las impresiones generadas en su viaje, debemos afirmar que éste no era necesario, ya que sus conclusiones podrían haberle sido dictadas en Chile por sus mentores, sin tener que moverse de su escritorio.
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